Ya está a punto de estrenarse en Chile “Inés del Alma Mía”, la serie basada en la vida de Inés de Suárez que ya cosecha los primeros elogios en España, y cuya dirección de arte estuvo a cargo de Bernardita Baeza (MOG 1995) quien trabajó para dar vida a una de las mayores producciones audiovisuales en la historia de nuestro país.
Poco tiempo resta para que se estrene en Chile la serie “Inés del Alma Mía”, en cuyo equipo destaca Bernardita Baeza (MOG 1995), directora de arte de la superproducción basada en el exitoso libro de Isabel Allende. La historia da cuenta del espíritu aventurero y aguerrido de la compañera de Pedro de Valdivia, un personaje clave en la historia de la Conquista y símbolo histórico de la incidencia que han tenido las mujeres como forjadoras del Chile moderno.
“Hacer una serie que transcurre en el siglo XVI es un tremendo desafío como directora de arte. ¡Imaginate la cantidad de personas trabajando; cada casa, la iglesia, el cabildo, la plaza, el paso de los años! Uffff, me acuerdo y me canso”, recuerda Bernardita, quien estuvo al frente de la difícil tarea de imprimir realismo y credibilidad histórica a esta coproducción chileno española.
¿Qué desafíos significó esta producción que pronto llega a Chile?
Para recrear esa época debes leer a los cronistas que cuentan la historia a su manera, todos diferentes, y no hay más referentes visuales que pinturas, interpretaciones personales de quién las hizo, entonces el imaginario es tremendo. Trabajamos con Ruben Stehberg, antropólogo muy capo de la Universidad de Chile, que lleva más de treinta años estudiando el camino inca y la existencia de una ciudadela incaica en el valle del Mapocho. Gracias a él y su estudio logramos recrear la ciudad de Santiago del siglo XVI. La construimos en Carén, un terreno grande de la Universidad de Chile, que tiene la gracia de tener muchos espinos, que es el paisaje más cercano a lo que vieron los españoles al llegar al valle. Lo lindo es que como grabamos por varios meses, los espinos florecieron con ese amarillo intenso y luego pasó el tiempo y tendieron a ponerse más verdes... son detalles que a una la conmueven.
Bernardita grabando en el set de Inés del Alma Mía.
El desafío logístico debió ser enorme...
Vino gran parte del vestuario en barco. Fueron semanas en altamar para llegar finalmente a Valparaíso. Arrendamos un lugar grande donde teníamos un taller de muebles, de textiles, de utilería, confección de vestuario, armas, muchas personas talentosas trabajando para contar una historia. Es muy bello y emocionante. Se grabó en España una parte, en Perú, en el desierto de Atacama, también en el sur. Hubo que movilizar a muchos actores, muchos extras; animales, caballos, llamas, burros, etc. En fin, una locura. El proceso en un proyecto así es alucinante. Sólo trata de imaginar qué se comía y cómo se comía. Ahí tienes semanas de estudio.
¿Cuáles han sido tus mayores alegrías y logros durante tu carrera como directora de arte?
El mundo audiovisual es bello y al mismo tiempo extremadamente sacrificado. He tenido la suerte de poder elegir proyectos bonitos que me han permitido estudiar en profundidad parte de la historia de nuestro país. La responsabilidad es grande, ya que finalmente dejamos un "documento histórico".
Cada proyecto necesita meses de estudio, investigación y mucha sensibilidad para enfrentarlo. Es necesario empaparse cada centímetro para proyectar y plasmar la historia que se cuenta. Me ha tocado hacer la dirección de arte de series potentes como "Los Archivos del Cardenal", basada en el trabajo que realizó la Vicaría de la Solidaridad. Hice el arte de "La Cacería", serie de ficción inspirada en un asesino serial que mató a 14 jóvenes en Alto Hospicio, el norte de Chile; "Zamudio, Perdidos en la Noche", sobre el asesinato homofóbico de Daniel Zamudio, que fue golpeado y torturado en el Parque San Borja de Santiago, es otra de las series que hice.
La mujer que soy hoy se construye cada día. Las vida y vivencias te van moldeando. El colegio es una parte de mis vivencias. En el colegio creces, aprendes, te fortaleces, descubres, y en ocasiones, como en la mía, confirmas lo que quieres y lo que no quieres de la vida. Gracias a las y los maestros que tuve en el colegio, y a las amigas y amigos que rodearon mi vida, supe que la vida era buscar la felicidad ante todo, que ayudar debía ser parte de mi vida y que la elección de lo que haría en el futuro en ese momento -estoy hablando en el año 1995- debía estar conectada principalmente a mi corazón. He luchado desde ahí con todo esto que te comento, tratando de ser consecuente con mis ideales.
Pensando en tu experiencia, ¿cuál es el “espíritu georgiano” que te gustaría entregar a las próximas 50 generaciones de mujeres?
La visión amplia que nos permite luchar por un mundo más justo. El colegio me permitió tener claridad frente a la igualdad y al respeto, eso es clave. Creo que el colegio te da oportunidades y cada cual decide cuáles va a tomar. Yo opté por todas aquellas que abrieran nuevos mundos, y aproveché cada instancia para fortalecer mis ideales.
¿Cuál crees que fue el sello de las mujeres de tu generación?
Romper con los estereotipos femeninos. Ser libres, priorizar la particularidad de cada una. No puedo ser tan general en lo que digo. Esto es personal y obviamente recordando a las mujeres cercanas. Éramos todos y todas iguales. Mi grupo de amigos y amigas -“los muchachxs”, escribo yo- se conformaban en su mayoría por hombres, y mientras crecíamos nunca tuvimos conflictos por ser mujeres y hombres. Pasábamos juntos y juntas toda la semana, mochiléabamos, disfrutábamos de las cosas simples de la vida y éramos felices. Subíamos el cerro y podíamos pasar horas ahí, sentados en la tierra, soñando infinitas historias. Somos mujeres fuertes creo yo, mujeres con ideales claros que hemos luchado por eso durante la vida. Quizás ahí empezó a gestarse parte del movimiento que hoy vibra con tanta fuerza.
Con la mirada del 2020, ¿cuál es tu reflexión respecto del espacio que tuvieron las mujeres en el Saint George en los años en que fuiste estudiante?
Soy una mujer poco convencional desde que era chica. Nunca creí en esa mujer silenciosa y complaciente que presentaba el machismo. Puedo entenderla, sobretodo en el tiempo que no existía la fuerza femenina que existe hoy. Nunca me gustaron los vestidos rosados y menos las muñecas Barbie. Respeto a cada mujer y sus decisiones, pero yo desde los 8 años tenía claro que todo eso no era lo mío. Ahora de grande tuve que aprender a jugar a las barbies con mi hija. ¡A ella le encantaban! Creo que por eso, si había diferencias entre hombres y mujeres, no alcanzaba a verlo ni a sentirlo. Recuerdo que éramos tan aclanados que parecíamos una masa, una masa de hombres y mujeres adolescentes que ni la fisonomía distinta nos complicaba. Ahora hablando sobre esto puedo darme cuenta que sin tener la claridad que tenemos ahora sobre la igualdad de género, lo que hacíamos las mujeres en ese tiempo era eliminar cualquier tipo de diferencia entre hombres y mujeres, y para hacerlo nos volvimos más rudas, porque eso seguimos siendo. Vuelvo a dejar claro que no quiero generalizar, somos mujeres fuertes y rudas las de esa generación.
Si tuvieras que escoger una mujer de la comunidad georgiana que te ha servido como un modelo a seguir o que te ha inspirado, ¿a quién escogerías?
Mi realidad familiar en la adolescencia fue difícil, y una de mis "salvadoras" fue la Javiera Moreira, profesora de arte y líder de la academia de arte que tuvimos esos últimos años en el colegio. La Javiera era todo para un grupo de alumnas y alumnos que teníamos hambre de creación, de libertad y principalmente de apoyo. Pasábamos toda la semana bajo su sombra, mirando sus pasos, empapándonos de su sabiduría, compartiendo intimidades y llorándole nuestros miedos e incertidumbres. La Vero González fue otra de mis salvadoras. Ella hacía teología, fue mi profesora jefa en los últimos años. Con ella y el padre Whelan fuimos a la calle todos los jueves en la noche durante años. Llevábamos sopa en termos azules y sanguchitos. No teníamos miedo ya que el entusiasmo y las ganas de compartir con personas en situación de calle era mayor. Ese tiempo fue hermoso. En el colegio se realizó un proyecto que nos permitió vivir en lugares de Santiago durante algunas semanas que tenían una realidad distinta a la que estábamos acostumbrados. Sin lugar a duda, esas semanas marcaron para siempre mi vida y fueron parte de la elección de mi futuro.
¿Qué tema o foco debería estar en el centro del evento de los 50 años de la llegada de mujeres al colegio?
No sé cómo habrán sido los primeros años en que las mujeres llegaron al colegio, pero creo que la fuerza y unión femenina es el tema principal. En un país tan machista, donde aún en el siglo XXI existen hombres que matan a sus esposas por celos, es fundamental estar unidas.
Sororidad es quizás el término perfecto. “Soror” viene del latín y significa “hermana”, entonces el significado de esta palabra es “hermandad entre las mujeres” para crear redes de apoyo y generar cambios sociales con el fin de lograr la igualdad.