La actriz y cantante georgiana, que ha trabajado en musicales en Los Ángeles, EE.UU. y que regresó a Chile como parte del elenco de Mamma Mia en el Municipal de Las Condes, está próxima a estrenar su primer rol protagónico en la pantalla grande. Acá nos habla de feminismo, inclusión y diversidad, así como de los valores que le gustaría legar a las próximas generaciones de georgianas.
Bernardita Nassar (MOG 2011) está próxima a estrenar en el Festival Internacional de Cine de Santiago (Sanfic) su primera película, Las mujeres de mi casa, cinta dirigida por Valentina Reyes, una producción que aborda el tema del alzheimer, y donde nuestra compañera, quien comienza a brillar como actriz y cantante, tiene un rol protagónico.
“Si bien mi carrera está empezando, ciertamente hay hitos que me han marcado profesionalmente. Estudiar en Estados Unidos me marcó mucho, no solo como profesional sino también como persona. Recuerdo con mucho cariño e importancia poder haber sido parte de los musicales Little Shop of Horrors y Hairspray, en Los Ángeles. También me marcó el momento en que volví a Chile y pude formar parte del elenco de Mamma Mia en el Teatro Municipal de Las Condes. Era mi primer proyecto en el mercado chileno. Y ha sido muy importante poder trabajar en mi primera película, Las mujeres de mi casa. Estoy muy contenta y agradecida de haberla podido protagonizar”, cuenta la artista.
¿Cómo estás enfrentando estos tiempos de pandemia desde tu área?
He aprovechado la cuarentena para reflexionar y nutrirme mucho.Tomé un par de cursos online, donde continúo aprendiendo. Tengo reuniones semanales con mi compañía Darshan Teatro, que me permite seguir creativamente activa y conectada con el quehacer actoral. Me es extremadamente importante mantenerme entrenada física y vocalmente ya que, antes de que empezara la pandemia, con Darshan Teatro estábamos a tan sólo un mes de estrenar El violinista en el tejado, en el Teatro Municipal de Las Condes. Este proyecto sigue en pie y retomaremos los ensayos en cuanto termine todo esto.
¿Qué rol jugó el colegio en construir la mujer que eres hoy?
Siempre me he sentido muy agradecida de ser georgiana. El colegio me formó como una mujer independiente, soñadora, fuerte, creativa y me enseñó a dar lo mejor de mí: “Recte ad ardua...”. Aprendí a ser exigente conmigo misma. Por lo mismo, el proceso que hoy estamos viviendo las mujeres en el mundo me ha hecho cuestionar muchos aspectos de mi formación. Creo que el pensamiento crítico e inquieto es una característica que muches ex alumnes compartimos. Y el colegio cumplió un rol clave al ser un espacio seguro donde se podían plantear preguntas. El debate, el respeto, el derecho al disenso y la búsqueda de respuestas en comunidad han sido esenciales en mi ámbito laboral, social y personal.
Con esa experiencia, ¿cuál es el espíritu georgiano que te gustaría entregar a las próximas 50 generaciones de mujeres?
Siempre he sido súper inquieta. Me mantengo en movimiento constantemente, me cuesta concentrarme en una cosa a la vez y por mucho tiempo. Cuando era chica me diagnosticaron déficit atencional y dislexia. Me recetaron unos remedios. Pero yo nunca vi mi dispersión como algo malo ni mis papás tampoco. A mí me gustaba ser así. Y decidí no tomarme los remedios. Fui creciendo y estudiar se hacía cada vez más difícil y era consciente de que mis notas habrían sido mejor si me hubiese tomado los remedios. Pero al mismo tiempo desarrollé mi creatividad, mi imaginación y mi curiosidad, herramientas esenciales para una actriz.
Me gustaría compartirles a las próximas generaciones de mujeres que se escuchen a sí mismas, que confíen en sus capacidades y que sepan que sus diferencias son más bien individualidades, aspectos que las hacen especiales y únicas.
¿Cuál crees que fue el sello de las mujeres de tu generación?
Tengo la suerte de ser parte de un grupo de 18 amigas (16 de ellas georgianas). Somos inseparables. Somos mujeres fuertes, inteligentes, independientes, con sentido del humor, generosas y buenas amigas. Hemos crecido juntas, nos hemos convertido en adultas juntas.Estamos siempre aprendiendo las unas de las otras y las admiro a todas profundamente.
Con la mirada del 2020, ¿cuál es tu reflexión respecto del espacio que tuvieron las mujeres en el Saint George en los años en que fuiste estudiante?
Yo tengo 26 años, y en los últimos cinco se ha producido un movimiento mundial feminista que ha marcado mi ‘ser mujer en el mundo hoy’. Durante este periodo he aprendido mucho, sobre situaciones y relaciones que nos enseñaron que estaban bien, y ahora mirando hacia atrás me doy cuenta de que no lo estaban.
Soy consciente de que en el colegio no recibí una educación con perspectiva de género y que hay mucho por aprender y avanzar en este ámbito. Aún así, valoro nunca haberme sentido discriminada.
Tengo recuerdos super lindos del colegio. Siempre me sentí libre de participar en cualquier espacio, entendiendo que digo esto desde mi privilegio como mujer heterosexual y extrovertida. Sé que muchas personas no se sintieron con esa libertad en sus años escolares y es importante que trabajemos como comunidad para que el colegio sea un espacio inclusivo para todes.
Si tuvieras que escoger una mujer de la comunidad georgiana que te ha servido como un modelo a seguir o que te ha inspirado, ¿a quién escogerías?
Si bien no tengo un referente en particular, valoro mucho que mujeres profesionales de la talla de Amparo Noguera, Francisca Valenzuela, Antonia Zegers, entre otras, y que son referentes nacionales en el ámbito artístico, sean georgianas. Eso me motiva también a mí como georgiana a hacer de mi carrera algo importante.
¿Qué tema o foco debería estar en el centro del evento de los 50 años de la llegada de mujeres al colegio?
Creo que el foco de este evento debiese ser el feminismo, y de cuál es nuestro rol como comunidad georgiana para educar a las siguientes generaciones de georgianes para el futuro feminista.
Y para terminar: ¿Qué es ser una (mujer) georgiana?
Los modelos de mujeres son muchos. Y creo que estamos en momentos de valorar, respetar y apreciar a todos los tipos de mujeres que hay en el mundo. Creo que el espíritu georgiano está en entender que hay muchas maneras de vivirlo, es ser consciente de las lindas oportunidades que te entrega ser parte de esta comunidad y saber cómo usarlas para aportar hacia un Chile más justo e inclusivo.