A lo largo del siglo XX el movimiento feminista en Chile logró enormes avances como el derecho a voto, acceso a la educación universitaria, entre otros. El feminismo fue parte del proyecto de la Unidad Popular, pero con deficiencias y siempre como eje secundario. En dictadura el movimiento feminista fue masacrado, persiguiendo mujeres logrando una desatomización de éste. La feministas tuvieron un papel fundamental en la lucha por la democracia poniendo sobre la palestra la importancia de la emancipación de la mujer que podría resumirse en la célebre frase “democracia en el país, en la casa y en la cama”. Con el retorno a la democracia, el movimiento feminista se divide entre las que plantean participar e influenciar la agenda de la Concertación y las que desconfían de este proceso y proponen rearticularse desde abajo del movimiento, siendo ambas posiciones legítimas. Hasta el último Gobierno de Michelle Bachelet se han logrado avances respecto a los derechos de las mujeres, pero aún no se logran concretar las principales e históricas demandas que permitan una transformación emancipadora de nuestra condición de género. Pese a lo anterior, hace dos o tres años se abre un nuevo ciclo del movimiento en el país, el cual va en sintonía, por un lado, del movimiento estudiantil, y por otro, de la reactivación del movimiento feminista a nivel internacional con el repudio a los femicidios, rechazo a la violencia machista, cuestionamiento al acoso callejero, exigencia de igualdad salarial, educación no sexista y derecho al aborto libre, seguro, gratuito y legal.
Actualmente en Chile nos encontramos en una coyuntura feminista, han sido principalmente las estudiantes a lo largo de todo el país que han alzado la voz en contra de los casos de acoso y abuso sexual al interior de las instituciones de educación superior, pero sin duda han traspasado las barreras de la universidad permeando a la sociedad y cuestionando nuestras prácticas cotidianas. Si bien el actual movimiento nace de manera reactiva diciendo basta a la violencia, el nivel de madurez y elaboración política que ha alcanzado lo ha llevado a ser un movimiento propositivo, pensando en una nueva forma de sociedad. Es por lo anterior que la demanda de Educación No Sexista cobra suma relevancia, entendiendo que la educación chilena en todos sus niveles reproduce el sistema patriarcal imperante, establece una división entre lo que se espera de hombres y mujeres en base a estereotipos y roles de género, imponiendo la heterosexualidad obligatoria y un modelo de familia tradicional. Una verdadera transformación de la educación supone dejar de lado el sexismo presente en los currículum y prácticas tanto dentro como fuera del aula.
Otro eje fundamental dentro del actual movimiento feminista es la necesidad de reconocer la doble explotación que sufren las mujeres chilenas al cargar con todo el peso del trabajo doméstico y reproductivo sobre sus hombros. Si pensamos en mejoras en la condiciones laborales, mejores salarios y un nuevo sistema de pensiones debe hacerse comprendiendo la especificidad que conlleva el ser mujer en esta sociedad.
Hoy las feministas estamos alineadas y organizadas por conseguir un aborto libre, seguro, gratuito y legal entendiendo que los derechos sexuales y reproductivos son derechos humanos que deben ser reconocidos por la legislación chilena. La ola verde que ha remecido a Argentina ha llegado a nuestro país y actualmente acaba de ser ingresado a la cámara de diputados/as el proyecto para la despenalización del aborto, un pequeño paso que simplemente demuestra que las mujeres que abortan no son delincuentes.
La tarea que queda por delante es de largo aliento, el movimiento feminista tiene grandes desafíos y la importante misión de permear no sólo los cambios legislativos, sino también cambiar la cotidianeidad y forma de relacionarse entre las personas y de esa forma - como dijo Julieta Kirkwood - lograr que el feminismo se haga palabra y sentido común.