Carolina Eterovic, MOG 1988 y directora ejecutiva de Mujeres Empresarias, es una de las que mejor conoce los obstáculos que enfrentan las mujeres en el mundo empresarial. Su expertise partió hace más de dos décadas, cuando dotaba de herramientas a emprendedoras, y hoy abre el camino para que más mujeres participen de las decisiones en grandes compañías.
Como tantas pioneras en las más diversas áreas del país, Carolina Eterovic ha dedicado todos sus esfuerzos en abrir sendas en uno de los bastiones más difíciles de penetrar para las mujeres: el mundo de la gran empresa, donde el 44% no cuenta con ninguna mujer en su directorio. "Pero las cosas han cambiado, y eso se nota más en la gente joven, donde la presencia de la mujer en posiciones de liderazgo ya no es tema, sostiene la directora ejecutiva de Mujeres Empresarias, entidad que forma emprendedoras y liderazgos femeninos en el ámbito corporativo, plataforma donde trabaja por aumentar el tímido 10% de mujeres directoras.
¿Existe el negacionismo en el mundo de la empresa respecto de esta desigualdad?
Hay una especie de negacionismo en la desigualdad en el mundo de la gran empresa, una resistencia al cambio que no es, creo yo, malintencionado, sino que aflora más como expresión natural de experiencias de vida personales, ya que muchos altos directivos de empresas han crecido en entornos en los que la mujer decidió abocarse a labores del hogar y no salir de la casa, cosa que me parece muy respetable, por lo demás”.
¿Cuáles son los beneficios de emparejar la cancha?
Los directores de empresas y ejecutivos nos reconocen que las mujeres son cumplidoras, responsables, muy jugadas y camiseteadas por las empresas u organizaciones en las que nos desempeñamos. Tenemos capacidades complementarias que, desde una lógica más colaborativa que confrontacional, ayudan a crear valor y nuevos modelos de negocios.
¿Cuándo surgió tu interés por abordar la urgencia de visibilizar las desigualdades que enfrentan las mujeres en el mundo de las empresas?
Empecé a trabajar en la materia hace 20 años atrás, cuando ayudábamos a mujeres profesionales a emprender en sus negocios con nuestro programa de formación, y por entonces esto no era tema. Cuando mucho hablábamos de que la mujer tenía un 35% de participación en el mercado laboral, cifra inferior a la de países como Brasil, Colombia o Argentina. Por entonces no había redes, ni apoyos ni organizaciones para esta labor formativa.
Después focalicé mis esfuerzos en la promoción de mujeres en espacios de liderazgo o de ejecutivas en empresas grandes o medianas, fomentando redes de contacto. A muchas de esas mujeres les tocó abrir el camino y algunas de ellas sufrieron un costo personal dramático. Al menos el tema de la desigualdad se fue haciendo visible, y eso contribuyó a ir mejorando.
¿Qué elementos son centrales para preparar a una mujer que aspira a ocupar un alto cargo en una empresa?
La confianza y la resiliencia, porque sabemos que vamos a ser evaluadas en todo momento. También es importante desarrollar un espíritu de liderazgo que inspire, que tenga la inquietud de avanzar, de adquirir nuevas competencias y herramientas para hacerlo. De ser colaborativo y de aportar con una mirada diferente pero complementaria.
¿Cómo podemos avanzar para emparejar la cancha?
Necesitamos más políticas públicas que nos ayuden en ese sentido, algunas pueden ser transitorias. En empresas públicas hay una ley de cuotas, lo que fue muy cuestionado en su minuto, pero eso permitió conocer y visibilizar figuras valiosas que, de otra manera, no podríamos haber conocido. El ‘Club del 30%’ es una tendencia que llegó hace poco desde Inglaterra que llama a incluir a ejecutivas en gerencias y directorios, pero suele darse en empresas trasnacionales y con historia. A nivel de headhunters también debemos avanzar, porque son todos hombres y son ellos los que tienen gran influencia en la elección en cargos de alta dirección y directorios. En política, también estamos al debe y falta mucho camino por recorrer. Pero soy optimista y vamos mejorando.
¿Y qué pasa con la educación?
Ahí también estamos al debe. No sólo porque el sistema de educación en Chile tiene asignaturas pendientes en términos de calidad, sino porque aún no destierra los sesgos que hacen que los niños se orienten a matemáticas y ciencias, y que las niñas lo hagan hacia las humanidades y las artes. No es casual que en el mundo de la empresa veamos a mujeres en espacios de decisión vinculados a los recursos humanos y el marketing, mientras los hombres dominan en espacios asociados con las finanzas, la auditoría. En eso también hemos avanzado.
¿Qué rol jugó el colegio en construir la mujer que eres hoy?
La perseverancia y la responsabilidad son valores grabados a fuego en los corazones de sus alumnos y egresados del Saint George. Más si consideramos que los georgians somos en cierta medida unos privilegiados, que en su mayoría provenimos de hogares con comodidades o con las necesidades materiales más resueltas, y por eso es que se nos enseña a ser responsables.
Pese a las comodidades, en el colegio se nos enseña a innovar e involucrarnos en tareas difíciles, y dirigirse a lo nuevo implica transitar por una ruta siempre difícil. Nos enseñan a no rendirnos. Por eso creo que las mujeres del colegio encaran sus desafíos con confianza, personalidad, y no pierden su feminidad.
Si tuvieras que escoger una mujer de la comunidad georgiana que te ha servido como un modelo a seguir o que te ha inspirado, ¿a quién eligirias?
Conocí a tantas mujeres valiosas; alumnas, profesoras, etc. Pero recuerdo con mucho aprecio a Andrea Huneeus, una reconocida ginecóloga. Una mujer con opinión y argumentos consistentes, con una enorme personalidad, dialogante, que ha contribuido a cambiar la mirada sobre la salud sexual de la población. ¡Es una tremenda georgiana!
¿Cuál es el espíritu georgiano que te gustaría entregar a las próximas 50 generaciones?
Tengo los mejores recuerdos del colegio por su apertura a la diversidad propia de una sociedad compleja. Doy gracias por haber estado en un colegio que me abrió la mente, en un colegio mixto, y compartir con los hombres, lo que fue de mucha ayuda. Yo conozco a muchas mujeres que fueron a colegios de mujeres y no cuentan con esa flexibilidad de base que te permite desenvolverte con más confianza en la sociedad. Nos acostumbraron a los desafíos, y así llegar a estudiar Agronomía en la UC o llegar a ser Fellow de la Universidad de Harvard, eran cosas posibles y no fueron tema al momento de tomar las decisiones. Soy muy católica, y en el colegio conocí a un Dios que no era castigador. Nos enseñaron a trazarnos metas educativas y profesionales tal como lo hacían los hombres. Y además conocí posturas que no coincidían con las mías. Nos hicimos amigas de nuestros compañeros hombres, que nunca nos pasaron a llevar. Éramos minoría, pero ellos también se vieron beneficiados con nuestra presencia. Y gracias al colegio también pudimos abrir los ojos sobre los problemas de la sociedad chilena. Pudimos aproximarnos a la pobreza visitando las poblaciones más vulnerables eh tiempos que no había redes sociales. En fin, son cosas que nos ponen los pies en la tierra. Esa conexión con la realidad no se puede perder.
¿Qué es para ti ser una (mujer) georgiana?
Es ser una mujer firme, resuelta, con confianza. Una mujer con las competencias y las capacidades para enfrentar cualquier desafío. Se atreve, empuja, lucha hasta el final. Y es una mujer que ve y evalúa su entorno con juicio y no con prejuicio.