En el vasto lienzo de nuestra tierra, entre campos de todos los tamaños, nuestra compañera Isidora Molina (OG 2002) promueve la transformación y regeneración. Como fundadora de Efecto Manada, Isidora se embarca en una cruzada apasionada para revivir la salud y la sostenibilidad de nuestros suelos agrícolas y ganaderos.
El impulso detrás de esta revolución en la agricultura y la ganadería es más que solo un acto de cambio; es una cuestión económica arraigada en la vitalidad del ecosistema. "Al final, toda la economía del campo reside en la salud del ecosistema", sostiene Isidora. El equilibrio de la naturaleza se traduce en la salud financiera de quienes dependen de la tierra para subsistir. La salud del ecosistema evita los costosos gastos en químicos y restauración, y permite que la tierra produzca con una abundancia sostenible.
En su lucha contra la degradación de la tierra, Isidora nos recuerda que la salud del campo es directamente proporcional a su productividad. "El campo es como las personas: si estás enfermo, gastas plata, rindes menos, todo mal", explica. Esta simple analogía encapsula la complejidad de los sistemas naturales, donde la salud es esencial para el florecimiento y la prosperidad.
Isidora Molina no solo está recuperando la salud de los suelos, sino también las raíces de la tradición. "Es una práctica bien antigua esto de tener animales en los huertos", comparte, destacando la sabiduría ancestral que guía sus esfuerzos. En un mundo donde la modernidad muchas veces ha desplazado las prácticas sostenibles, Isidora ha abrazado una conexión profunda entre el pasado y el presente.
¿Cómo es el proceso de transformación de Efecto Manada en los campos?
Después de planificar el pastoreo y como consecuencia de aquello, se sacan todos los fertilizantes, se sacan todos los químicos, se le devuelve la salud al suelo. Esto permite que se pueda mantener la misma carga de animales a menores costos, o a veces aumentarla. También es posible que disminuya si la productividad estaba sostenida por altas cantidades de químicos, pero lo importante es que habrá un aumento en la rentabilidad y una baja significativa en la cantidad de manejo o trabajo que tienes que hacer en el campo.
¿Cómo se logra este cambio respecto al modelo convencional de ganadería?
En el enfoque convencional, el uso excesivo de fertilizantes, herbicidas e insecticidas termina perjudicando el suelo, debilitando su estructura y diversidad. Nuestro método busca romper este ciclo dañino. En lugar de suprimir la naturaleza con químicos, promovemos una coexistencia armónica. Cuando los animales pastorean en alta densidad, bosteando y orinando, contribuyen a la regeneración del suelo. Además, seguimos una planificación de pastoreo que permite la recuperación completa de la vegetación antes de que los animales vuelvan a pastorear el mismo lugar. Esto estimula el crecimiento saludable de las plantas, sus raíces y la biodiversidad, lo que fortalece la pradera y la hace más resistente a factores climáticos adversos como sequías.
¿Qué tipo de animales se benefician de esta transformación?
El enfoque con que trabajamos es inclusivo para todos los herbívoros. Trabajamos principalmente con vacas y ovejas, pero también hemos implementado con éxito nuestro método en cabras, burros e incluso gallinas. Las gallinas, por ejemplo, también desempeñan un papel vital al pastorear, fertilizar y contribuir a la salud del suelo. Aunque requieren granos adicionales en su dieta, su participación es valiosa para la regeneración ecológica.
¿Puedes compartir un caso de éxito que recuerdes especialmente?
Hay muchos casos que me tocan el corazón, pero uno en particular resalta por su impacto. Trabajamos con una familia que deseaba regenerar el suelo de su campo junto al lago Rupanco, en busca de prácticas más ecológicas. Durante tres años colaboramos, guiándolos en la transformación, y ahora están tranquilos con su sistema, están regenerando la tierra, están contentos y ellos ya siguen solos. Y creo que eso es súper importante también. La idea de esto es no depender de nada, más que de lo que está a tu alcance. Esa es la cuestión más profunda.
Decías que la primera motivación era económica más que ecológica…
Llegan a vernos y dicen “no me da”, voy a probar esto antes de retirarme y vender el campo. Entonces hacemos un diagnóstico de qué manejos usan, cómo pastorean sus animales, cuántos animales tienen, cuántas superficies, qué especies de pasto hay. Vemos el potencial productivo que tiene y el potencial económico. Y ahí hacemos un plan de asesoría anual y preparamos todo para el plan de pastoreo, que es la herramienta más importante para regenerar.
¿Cómo ayuda a devolver la salud al suelo este tratamiento?
Hace que las plantas se desarrollen y puedan semillar, puedan tener sus flores. Y puedan desarrollar al 100% sus raíces. Y eso hace que tú después tengas una pradera cada vez más fuerte, más resiliente. Que si viene una sequía, por ejemplo, como tienes raíces profundas y tienes biodiversidad, se va a ver menos afectado porque estas raíces pueden llegar a la humedad, porque el suelo va a estar vivo y tienen acceso a los minerales. Y porque todas las especies se comportan diferente frente distintos grados de humedad y temperatura.
Entonces si es que, por ejemplo, de nuevo, hay una sequía, hay plantas que no resisten, pero hay todas estas otras plantas que sí pueden resistir. Entonces tú sigues teniendo alimento para tus animales. Esa es una gran diferencia entre tener una pradera de una o dos especies a tener praderas de 30 especies o de 20, como las que ves en la orilla del camino, que es lo que se logra con esto.
Estas semillas y especies ya están en el campo, pero no se han podido expresar por los animales siempre encima, o porque estás dando vuelta a la tierra y sembrando las especies que habíamos pensado que son las mejores o porque se están poniendo agroquímicos.
¿Cómo se generó este ciclo tan controlador de la naturaleza en el mundo del agro?
Después de la Segunda Guerra Mundial hacía falta mucho alimento y se crearon agroquímicos, se controlaron los factores y se empezó a ver un aumento de la producción. Pero ahora, se siguen aplicando esas mismas técnicas y los resultados ya no son los de antes porque la tierra se agotó. Y la tierra necesita cada vez más “medicamentos”. Es igual que con el cuerpo. Por eso salió este desequilibrio. Pensamos que a través de la tecnología podíamos controlar la naturaleza y la producción, pero no es así.
Es como el tecnosolucionismo para la crisis climática donde te dicen que ya va a llegar una solución, que alguien va a inventar algo y nos salvamos. ¡Y están inventando unas máquinas que secuestran carbono cuando tenemos todas las plantas del mundo que secuestran carbono! La fotosíntesis es una gran solución natural.
¿Y este nuevo equilibrio que promueve Efecto Manada es una tendencia ya instalada?
Ya es exponencial, no debería parar y debería crecer mucho más. Y esto se está dando por dos cuestiones. Una es la urgencia de tener que cambiar porque no da. La otra es porque campo a campo ya se ven resultados que son imbatibles: la gente está gastando menos, está produciendo bien y está tranquila. Esto no quita que hayan situaciones en que hayan resultados no tan favorables. Es como cualquier tecnología o metodología, también se pueden aplicar mal.
¿Hay otros agentes de cambio en el ámbito agropecuario además de Efecto Manada?
Además de nuestro equipo, destaco a personas como José Manuel Gortázar, quien fue el primero en enseñarme y que ha dejado una huella en este campo. Aunque aún somos relativamente pocos, nuestra misión se centra en la educación y la difusión, lo que nos permite llegar a miles de personas en Chile a través de cursos y charlas. La competencia es bienvenida, ya que necesitamos más manos y corazones comprometidos con la regeneración del suelo y la creación de sistemas agrícolas sostenibles.
Si miramos al futuro, ¿deberían seguir coexistiendo este modelo con el tradicional?
Yo creo que sí. Si bien con esto sí se puede producir grandes cantidades, uno no puede llegar y decir “se acabaron los agroquímicos”, porque nos quedamos sin comida. Tienes que hacer una transición. Si vas a dejar los agroquímicos, tienes que hacer los manejos que la tierra necesita. Es posible que esa industria pierda peso cada vez más, sin embargo, la educación, la preparación y el apoyo son esenciales para asegurar una transición exitosa y beneficiosa para todos los involucrados.
Si esto es una tendencia mundial, ¿cómo está posicionado Chile?
Participamos de una red internacional que se llama Savory Global Network y Chile está súper bien posicionado, lo mismo que Latinoamérica. Argentina ha hecho un trabajo impresionante y en México, que si bien no es parte de la red, también se hace ganadería regenerativa, tienen resultados en zonas semiáridas y hay gente que lleva 30 años ya en esto.
¿Qué papel juega Efecto Manada en este panorama?
Efecto Manada está empujando con fuerza. Nos llaman desde instituciones públicas como el INDAP, el Ministerio de Agricultura y el Ministerio del Medio Ambiente, incluso de universidades. Hemos establecido un convenio con la Universidad Católica para enseñar esta metodología. A través de esto, buscamos cambiar la educación agronómica tradicional y mostrar que hay otras formas de hacer las cosas.
¿Cómo influyó el Saint George en la decisión de tomar este camino disruptivo en la agronomía?
Mi educación fue vital. En el colegio, la solidaridad era un valor fundamental. La conciencia social era parte de nosotros, lo que me impulsó a intentar devolver a la sociedad y al mundo lo que había recibido. Además, en el colegio éramos alentados a ser diferentes, a explorar el arte y otras expresiones creativas. Eso me dio la confianza para seguir mi propio camino haciendo frente al miedo de no seguir algo más convencional.
¿Fue arriesgado tomar este camino?
Claro, fue una jugada riesgosa. Por mucho tiempo pensé que estaba tomando una decisión loca. Invertí tiempo y esfuerzo en esto, y al principio, las ganancias no eran suficientes. Pero, con el apoyo de mi familia, amigos, equipo y perseverancia, logré avanzar.
Cuéntanos más sobre tu tiempo en INDAP y cómo te llevó a la ganadería regenerativa
Mi experiencia en INDAP me abrió los ojos hacia la pequeña agricultura y ganadería. Me di cuenta de que no quería seguir la vía convencional. Sentía simpatía por los pequeños campesinos que enfrentaban desafíos en un sistema que no siempre les beneficiaba. Ese fue el comienzo de mi enfoque en la ganadería regenerativa.
¿Y cuándo te diste cuenta de que valía la pena perseverar en esto?
Fue hace poco tiempo. Tras algunas dificultades, me separé y enfrenté la pandemia. Decidí enfocarme completamente en la ganadería regenerativa o dejarlo por completo. Aposté por todo y funcionó. Ahora, puedo decir que vivo de esto. Fue una apuesta valiente y ha valido la pena. De todas maneras, no es que haya tenido muchas más alternativas porque esto es lo que realmente me gusta.
¿Qué le dirías a quienes están considerando tomar un camino similar al tuyo?
Les diría que sigan su pasión y confíen en sí mismos. A veces, es necesario tomar riesgos para lograr un cambio significativo.