Dijeron adiós, con pocos días de diferencia, dos sacerdotes que resultan fundamentales para comprender la historia del colegio en los años más complejos del siglo XX: los padres Fermín Donoso y Roberto Simon. A ellos, la comunidad de old georgians les dedica un sentido homenaje por la sabiduría y bondad entregada en tantos años de vida pastoral y académica.
Dos figuras insignes del Saint George dijeron adiós en los últimos días, en específico dos padres que, independiente de su labor académica, quedarán grabados en la memoria colectiva de nuestra comunidad. Uno partió luego de sufrir por años el mal de Parkinson, esa que rigidiza el cuerpo y disuelve los recuerdos, una enfermedad degenerativa que puso una pesada cruz sobre sus hombros y que sólo puede constituir una garantía de santidad para quien la padece. El otro falleció en el hospital de la Universidad Católica en medio de cuidados paliativos, y dejó esta vida con la certeza de que del otro lado está esperando el Señor.
El padre Fermín será recordado por sus cercanos como un hombre discreto y amable, sabio y cercano, virtudes que le permitieron ganar el cariño de sus feligreses. Poseedor de un currículum extenso y brillante tanto en lo académico como en lo pastoral, el padre Fermín nació en Santiago el 21 de mayo de 1938. Fue el primer hijo del matrimonio formado por Fermín Donoso y Olga Espic. Apenas egresó de la carrera de derecho en la Universidad de Chile viajó a EE.UU. para ingresar al noviciado de la congregación en Jordan, Minnesota, recibiendo su hábito el 7 de septiembre de 1960. Obtuvo en 1963 una maestría en filosofía en el Moreau Seminary en Notre Dame, Indiana, y una licenciatura en Sagrada Teología en la Pontificia Universidad Católica en 1967 -estudios que luego profundizó en Alemania-, casa de estudios a la que retornaría en calidad de académico.
Fue ordenado sacerdote en 1967, vicario pastoral en la Parroquia Santa Rosa de Lo Barnechea y la Parroquia San Roque de Santiago; en 1974 fue nombrado párroco de la primera y superior del Distrito de Chile de la congregación, cargo que ejerció en dos oportunidades. En 1980 viajó a California para continuar sus estudios en la Unión Teológica de Berkeley. Fue maestro de novicios en Santiago y Calle Larga, párroco de la Parroquia Nuestra Señora de la Merced de Calle Larga y Promotor de Justicia para la Diócesis de San Felipe. El padre Fermín asumió una labor en defensa de los derechos humanos en dictadura, dirigió las gestiones para poner fin a la intervención del colegio y, ya entrado el siglo XXI, debió asumir la investigación eclesiástica de Fernando Karadima.
Roberto Simon, en tanto, falleció a la edad de 85 años en el Hospital de la Universidad Católica. Nacido en Estados Unidos el 1 de junio de 1934, el padre Roberto llegó a Chile en 1962 -apenas un año después de ordenarse sacerdote- tras realizar estudios de filosofía y teología. En el Colegio Saint George's hizo clases de inglés y música, y además impulsó una serie de proyectos educativos que marcaron la historia del colegio. De hecho, el padre Roberto acompañó al padre Gerardo Whelan en la implementación del proyecto experimental de educación, previamente aprobado por el Estado chileno en 1967, que apuntaba a la diversidad y el respeto por el otro, y encabezó el traslado del colegio al sector de La Pirámide. Años después realizó estudios de doctorado en filosofía en la Universidad de Illinois en Champaign-Urbana, y en 1976 aceptó un desafío que le encomendó el mismo Cardenal Raúl Silva Henríquez: ser el director del nuevo colegio Nuestra Señora de Andacollo, labor que realizó en tres periodos.
Sencillo, siempre comprometido y de trato afable, el padre Roberto era un agradecido de la vida. Le gustaba la cocina y la jardinería, y también casar a muchos de sus alumnos.
Ambos padres fueron portadores de la integridad que se requiere para iluminar el largo y sinuoso camino de la formación y el aprendizaje. Más allá de una labor pastoral comprometida con los valores de la vida, más allá de una labor pedagógica y académica brillante que nutrió a generaciones y generaciones de alumnos, ambos sacerdotes dejan en la comunidad un legado valórico que sólo contribuye a engrandecer la historia de nuestro establecimiento educacional.
Nuestros corazones están con ellos.