Juan Carlos Cruz, Best Old Georgian 2020, fue convocado por su amigo, el Papa Francisco, para que integre la Pontificia Comisión para la Tutela de Menores en el Vaticano, una instancia que asesorará al Sumo Pontífice en la adopción de normas orientadas a prevenir los abusos.
Es el único laico y latinoamericano, y el único en ese grupo que sobrevivió a un crimen vinculado a la materia que ha de tratar. ¿Cómo su fe y su amor por la Iglesia sobrevivieron a lo vivido? ¿Cómo surgió esta relación tan estrecha con el Papa? ¿Cómo sueña la Iglesia del futuro? En esta entrevista imperdible Juan Carlos nos invita a reflexionar sobre el rol de nuestro colegio en su vida, sobre la sociedad y la Iglesia misma.
Hoy es ejecutivo en una empresa trasnacional y está radicado en Filadelfia, Estados Unidos. Y pese a todas sus tareas cotidianas, reserva tiempo y energías para estar en la vanguardia en la lucha por la regeneración de la Iglesia que él tanto ama, una regeneración que este compañero, reconocido con el premio Best Old Georgian 2020, asume tan necesaria como urgente considerando que vivimos una etapa histórica en la que la transversalidad del trato se impone a las jerarquías y los abusos, que ya no pueden ser silenciados.
He ahí el gran objetivo de su vida, reconoce Juan Carlos Cruz Chellew (OG 1981), hoy de visita en Santiago. Juan Carlos es víctima sobreviviente de uno de los más bullados casos de abuso que registra la iglesia chilena y hoy es amigo personal del Papa Francisco, quien lo invitó a formar parte de la Pontificia Comisión para la Tutela de Menores en el Vaticano: “Quiero echar luz ahí donde muchos quieren que haya oscuridad”, señala este periodista de profesión, expresando su anhelo más sagrado: poner fin a esa cultura de abuso e impunidad que tanto daño le ha hecho a la Iglesia que tanto ama, esa “Iglesia que hace cosas heroicas y que ayuda y defiende a los más necesitados”, sostiene.
¿Cuál es la misión y visión de la Pontificia Comisión para la Tutela de Menores en el Vaticano?
-Estoy muy emocionado y honrado del nombramiento del Papa Francisco para que integre esta instancia de asesoramiento que reúne a 14 personas, todos ellos obispos, curas, religiosas. Soy el único latinoamericano laico. Hasta el momento nadie me ha dicho qué va a pasar, aunque uno presume que es trabajar en aras de la prevención. Sin embargo, a mí me importa poner otros temas críticos en la agenda de trabajo, como la lentitud de los procesos, la poca justicia y la debida reparación de víctimas alrededor del mundo. Hace poco estuve en Varsovia, Polonia, y lo que vi fue un horror. Nos reunimos prácticamente en un búnker con alrededor de un centenar de sobrevivientes de abusos, todos ellos aterrados de que los pillaran. Fue muy impactante ver la cara más terrible del poder que tiene la Iglesia. Es necesario trabajar en esos temas.
Has tenido un rol activo contra el abuso de menores y adolescentes. Eres denunciante del caso que marcó un antes y un después en Chile a la hora del hablar de abuso en la Iglesia. ¿Cómo esperas aportar a esta comisión? ¿Sabes cuáles son las expectativas del Papa Francisco y las razones de pedir tu colaboración?
-Creo que juego un rol diferente en esta instancia consultiva, pues todos son obispos, curas, psiquiatras, religiosas, y creo que puedo aportar con mi propia experiencia y llamar la atención sobre algo tan importante como la tutela de menores. Pero a mí me interesa también lo que ocurre con víctimas que son mayores de edad, que son adultos vulnerables, y este es un tema nuevo. Un hombre de 45 años perfectamente puede ser víctima de abuso psicológico o sexual por alguien que se aprovecha de su situación de poder y de la vulnerabilidad de su víctima. Es importante levantar la mirada y abrirse a otras víctimas de otro rango etáreo.
Para muchos, tu cruzada está ayudando a sanar institucionalmente a la Iglesia Católica. ¿Sientes lo mismo? ¿Cuáles son tus convicciones y sueños en ese sentido?
-Cuando me dicen “héroe”, en verdad lo agradezco, pero soy una persona que lo único que quiere es contribuir a salvar una institución que hace cosas heroicas en tantas partes, que educa, sana, que ayuda, que recoge a gente que lo pasa pésimo: los inmigrantes, los pobres, etc., y de ello da cuenta el trabajo abnegado de tantos sacerdotes, religiosos, laicos… ¡qué pena que se haya destrozado la imagen de la Iglesia por otros que han causado tanto daño! Me mantengo católico porque las creencias de cada cual son sagradas y mi fe no va a desaparecer por lo ocurrido. Soy una persona respetuosa de las creencias de cada cual mientras no hagan daño a las personas. Ese respeto es sagrado, es la presencia de Dios y la figura siempre presente en mi vida de María, la imagen materna que acoge, que me ayudó durante todo el abuso y que me ayudó a sobrevivir al trauma. La Santa Trinidad ha sido un pilar gigantesco viviendo solo y lejos como ejecutivo de multinacional. Me mantengo católico, nadie me va a echar de mi fe.
¿Cómo sueñas nuestra Iglesia Católica?
-Una donde quepamos todos, donde el rol de la mujer sea igual al del hombre. El futuro de la Iglesia debe ser uno donde se acoja a todo el mundo, en especial a los que más sufren: los pobres, los inmigrantes, los enfermos, aquellos que por su orientación sexual o etnia son discriminados, y en general a cualquier ser humano que quiera buscar el apoyo de Dios y de la Iglesia. Me duele mucho el clericalismo exacerbado que existe, donde la palabra de algunos curas u obispos pesan como si fuera la palabra de Dios. Eso no corresponde. Por eso caemos en situaciones marcadas por leyes idiotas que parecen propias de la Edad Media y que se alejan del evangelio de Cristo. Hay que poner atajo al fariseismo de una minoría absoluta y vociferante que sólo amedrenta y ahuyenta. Mi sueño es que eso termine.
Nos emocionamos cuando el Papa Francisco te felicitó por tu premio Best Old Georgian 2020. ¿Cómo describirías tu relación con el Sumo Pontífice y cómo se dio esta relación?
-¡Ha sido una cosa increíble que nunca en mi vida me pude imaginar después de lo que me había pasado! Fuimos con José Andrés (Murillo) y James (Hamilton) a reunirnos con él e hicimos click inmediatamente. Fue algo impactante. Y empezamos a cruzar cartas, y al tiempo me dijo: “Mira, Juan Carlos, yo sé que estás solo en esta pandemia” y definimos canales de comunicación y hablamos a menudo para cultivar esta bonita relación.
Él me dice que soy un hijo para él. Rezamos, conversamos… ¡es para no creerlo! ¡Imagínate el Papa! Llevamos dos años y medio en esto, y cada vez que hablamos me emociono como si fuera la primera vez. Siento un profundo agradecimiento por tener esta amistad. No hablamos con lenguaje protocolar y vaticano, sino como dos amigos. Me impresiona su sencillez. Me emocioné mucho cuando dijo que yo era un Lázaro que había resucitado.
¿Qué es el Papa Francisco para ti?
-Es varias cosas al mismo tiempo. Es mi amigo y al mismo tiempo es mi guía espiritual. Cuándo uno va a pensar que el Papa te va a llamar por teléfono. Pero es importante recalcar que me siento su amigo porque lo admiro mucho, por acudir ahí donde hay dolor y sufrimiento, como en Irak. Antes de ir de visita a ese país me llamó para despedirse. Fue una cosa muy linda. Él va hacia el dolor, no se esconde, me impresiona con su sotana blanca sin armadura, y ahí se presenta y la gente queda renovada. Su figura tiene ese efecto sanador.
Los y las georgianas que te conocen y te admiran destacan tu resiliencia, tu perseverancia y tu búsqueda de la justicia. ¿Son valores que siempre te acompañaron o los fuiste cultivando a través de los años?
-El colegio fue fundamental. Los valores que yo tengo se los debo a mi familia y a mi colegio, porque mi paso por ahí forjó mi espíritu. El Saint George te marca el alma. Le debo tanto al colegio y a los georgianos que han sido un verdadero ejemplo para mí. Mi generación fue extraordinaria, como todas en realidad. Siempre recuerdo a mis compañeros y compañeras… No puedo nombrarlos a todos. En realidad todos los que ahí estudian son grandes personas y muy comprometidas con lo que hacen.
¿Qué rol jugó el colegio en construir la persona que eres hoy?
-Ya lo decía: tengo tatuados sus valores en el alma. Sus valores, y de eso también son responsables todos: los que hoy llevan una vida de figuración pública y los que no, los profesores que están y los que enseñaron a nuestros padres, los asistentes, el personal… todos. Es bonito ver la valoración que hay de la solidaridad con quienes sufren o lo pasan mal por diversos motivos. Del colegio recibí tanto cariño como de mi familia. Ojalá esos valores se sigan cultivando y afianzando en el espíritu institucional, cosa que impulsa la (congregación) Holy Cross con mucha convicción y compromiso. Hoy día el Padre David Halm, un hombre espectacular, joven, con claridad, se ve muy metido en consagrar esos valores en cada cosa que hace para llevar al colegio por el camino correcto. Se ve la preocupación de los más desposeídos, las mujeres, los inmigrantes. Es una gran congregación. Yo mismo pude comprobarlo cuando estuve un año en Notre Damme.
¿Cuál crees que fue el sello de tu generación?
-El espíritu de la verdadera amistad. La amistad seria y solidaria. Es el espíritu y el sello que me gustaría preservar y seguir cultivando. Cada generación tiene sus sellos y sus cosas, pero hombres y mujeres de nuestra generación desarrollaron esa amistad solidaria que madura con el tiempo; mientras más mayores, más amigos y solidarios se volvieron, y ese sentimiento solidario lo recibí incluso de quienes no eran mis principales amigos. Viví momentos muy lindos en el colegio. Nunca me he reído tanto como en el colegio y qué bien lo pasaba mientras me formaba como el hombre que soy. Cada recuerdo maravilloso que abrigo suele relacionarse con el colegio. Soy una persona muy afortunada. Cuando hablo del colegio siempre me emociono mucho. Se me caen las lágrimas hablando de ello.
Si tuvieras que escoger un miembro de la comunidad georgiana que te ha servido como un modelo a seguir o que te ha inspirado, ¿quién sería?
-Ufff… Es muy difícil, la verdad. No podría señalar a una persona como que reúna todo lo bueno que hay en el Saint George. ¡Es que han sido tantos! Es difícil además elegir en un mundo tan diverso. La maravilla del Saint George es que ayuda a formar personas comprometidas en todo lo que hacen, en los más diversos ámbitos de la sociedad, ya sea en la esfera pública o privada. Admiro a tanta gente del colegio, y tengo tantos amigos y amigas a los que quiero tanto. Me pone muy feliz recordar cuando íbamos al kiosco a pedirle un berlín fiado a la Milena, y recordar el paseo de curso, la gira de estudios, las clases que nos gustaban y las que nos daban lata, lo que nos costaba aprender francés. No sé… le debo todo lo que soy a mi familia, a mi colegio y a mis amigos del colegio.
¿Qué tema o foco debería estar en el centro de la conmemoración de los 85 años del colegio y de los 50 años de la llegada de mujeres al Saint George?
-¡Ojalá que el colegio funcione por 200 o 400 años más! Me emociona que el colegio forme a personas tan valiosas. Entrando en materia, para mí es muy importante el rol de la mujer, y su rol debe ser puesto en relieve. Hoy se habla de igualdad y tenemos una enorme deuda con ellas, y estoy seguro que el colegio lo hará por su carácter abierto y tolerante. La mujer tiene mucho camino por recorrer, muchos espacios por conquistar, y es inaceptable cerrarse al tremendo aporte que hacen las mujeres en todos los ámbitos, en lo público y lo privado. No es tolerable invisibilizar su labor cuando es tan valiosa como la labor que realizan los hombres. La mujer merece jugar un rol protagónico en la sociedad, en la política, ¡en la Iglesia! Las mujeres nos enseñan cosas maravillosas, en el colegio teníamos mujeres admirables, muy valientes, muy maduras para enfrentar los diversos temas. Me quedan dos sobrinas y me sorprende ver la apertura con que conversan los temas, con una sabiduría y una honestidad que resulta preciosa.
¿Cómo describirías el espíritu georgiano?
-Es pararse frente al dolor y caminar hacia él, para estar presente y ayudar, para tender una mano a los que necesitan... A mí también me han tendido la mano los georgianos, sin cuestionar, sin dudar, y apoyándome al 100%. Y de ese espíritu eran portadores los curas, las religiosas, los profes… Manolo Burboa, el profe de educación física, todavía me escribe preguntando cómo estoy. Todos ellos fueron un regalo de la vida. Así que ese sería el espíritu: pararse ante el dolor y tender la mano al que sufre. Ese espíritu nos llama a entregar nuestro aporte más valioso para la sociedad en su conjunto, rebelándose siempre ante la injusticia.
¿Alguna idea que te gustaría ver materializada en el corto o mediano plazo?
-A mí me gustaría que juntásemos todos nuestros talentos y que podamos tener nuestra propia casa de jubilados, cosa que tienen otros colegios. Ojalá podamos tener un lugar que acoja al que lo está pasando mal, al que ha sufrido un revés económico, al que está enfermo, al que convalece, etc. Debemos fortalecer esta gran organización que es OGA.