Las mujeres tendrán que asumir un rol clave en la reconstrucción económica y social de Chile después de la pandemia, dice Alejandra Sepúlveda, MOG 1986 y Directora Ejecutiva de ComunidadMujer, que en esta entrevista reflexiona sobre el futuro del país en medio de esta encrucijada histórica que nos tocó vivir y sobre el espíritu georgiano y el valor que le da a la participación ciudadana.
Seguir farreándose el aporte de las mujeres sería una insensatez, cree la directora ejecutiva de ComunidadMujer Alejandra Sepúlveda. Eso era tan cierto antes de la pandemia por Covid-19 como lo es hoy. “Nuestro país necesita, avanzar en una economía sustentable, en un economía del conocimiento. El problema es que históricamente tenemos áreas donde el aporte de las mujeres está muy subrepresentado, desvalorizado e invisibilizado, como en ciencia y tecnología, por ejemplo, y eso pasa porque el sistema educacional chileno no sólo está al debe en calidad, sino porque fortalece los estereotipos de género, limitando sus proyectos vocacionales y de vida, y por tanto todo su potencial de desarrollo. No son muchas las mujeres que pueden desarrollarse en este campo porque reforzamos los roles de género en el sistema educacional. Y el país pierde mucho con eso”, señala.
"Somos un país pobre, más pobre de lo que pensábamos, vulnerables ante el cambio climático, vulnerables a las recesiones, con niveles de bienestar prendidos de alfileres. Muchas familias de clase media bajarán de inmediato a niveles de pobreza si no planteamos ciertos temas con una mirada sustentable, cuestionando lo que veníamos haciendo y que es urgente cambiar o transformar. Si no, vamos a retroceder en vez de avanzar y no lograremos la recuperación que necesitamos", alerta la directora ejecutiva de Comunidad Mujer.
A esto se suman, para Alejandra los costos que ha tenido esta crisis sanitaria para las mismas mujeres. “Hemos retrocedido diez años, por lo menos. Ya se nota en la pérdida de puestos de trabajo en el caso de las mujeres. Bajamos 5 puntos de participación laboral en dos meses, de 52% a 47% y puede empeorar. Sin mencionar que hay otras áreas donde llevamos las de perder por las diversas discriminaciones que aún persisten. Por esta crisis, hay un riesgo cierto de que muchas niñas deserten del sistema escolar para asumir labores de cuidado de familiares dependientes, y eso porque ese trabajo de cuidadoras, que no se remunera, también está naturalizado en las niñas, no solo en las mujeres adultas”, agrega Alejandra Sepúlveda, quien apuesta por la instalación de un sistema de protección y seguridad social más robusto, que permita un mayor grado de inclusión femenina en todos los niveles. En otras palabras, para Alejandra, sólo con un rol más activo del Estado, para asegurar las capacidades de las personas a través del acceso a los derechos fundamentales y a las oportunidades las personas podrán desarrollar su proyectos de vida y acceder a una mayor calidad de la misma. “No será como el de los países del norte de Europa, pero se puede hacer algo. No en vano, muchas autoridades han declarado como ejemplo al que mirar el modelo de Nueva Zelanda. Tenemos que diseñar una hoja de ruta hacia un desarrollo posible. De otra manera, la recuperación se dará en términos muy poco sostenibles”, añade.
“La de la equidad de género es una lucha larga, con avances y retrocesos, nunca en la historia ha sido lineal. Y mientras alcanzas un logro, van emergiendo otros necesarios de conquistar. En 2018 se dio un empuje potente con las estudiantes tomándose las universidades y liceos en contra de la violencia y pidiendo una educación no sexista, Ello dio un nuevo impulso a una agenda legislativa orientada a conceptualizar de forma más amplia la violencia contra la mujer y para avanzar en una educación que pusiera entre sus prioridades prevenir y sancionar el abuso, que es una expresión más de las desigualdades que están a la base y que parten, en el proceso de socialización temprana, cuando asignamos roles diferenciados y un estatus e importancia distinta a hombres y mujeres.. Estábamos en eso, impulsando esta agenda cuando ocurrió el estallido social, y luego la pandemia. Y muchas mujeres han debido sufrir una mayor violencia porque están forzadas a pasar el confinamiento con sus agresores, es algo dramático”, sostiene la también periodista, quien, antes de involucrarse en el mundo de las organizaciones de la sociedad civil, se desempeñó como corresponsal en Madrid para El Mercurio durante la detención de Augusto Pinochet en Londres.
"Trabajar en ese caso me vinculó con el tema de los derechos humanos con una profundidad mayor y la defensa de los derechos de las personas. De alguna manera eso me fue confirmando un ideal de lo que me movilizaba para poder ejercer mi profesión y cuando tuve la oportunidad de trabajar en ComunidadMujer, en primer término como directora de comunicaciones, fue como un amor a primera vista. Dos años después tomé otra posición como la directora ejecutiva trabajando en pos de nuestro objetivo: que las niñas nazcan en una sociedad con igualdad de derechos y oportunidades”, impulsando una serie de iniciativas en los ámbitos educacional, laboral y espacio público.
“Por medio de diversas estrategias”, afirma Alejandra Sepúlveda, “hemos problematizado las brechas de género, realizando un trabajo importante para influir en actores políticos, con el trabajo directo con mujeres, con organizaciones públicas y privadas, con fundaciones y organismos internacionales”, agrega, destacando el aporte insustituible de la sociedad civil para la salud democrática e institucional de un país, al menos como “eslabón entre los organismos públicos y el mundo privado, como la empresa, ya que asumimos un rol clave para reconstruir el tejido social que acabó muy desarticulado en dictadura. Ejercemos un control al ejercicio del poder y nuestro rol ha sido clave, y eso se notó mucho después del estallido social, donde vimos que muchas instituciones habían perdido la confianza de la ciudadanía, y la crisis generalizada de las instituciones. En ese contexto las organizaciones de la sociedad civil hemos mantenido una credibilidad alta”, señala más tarde.
¿Hay algo del espíritu georgiano que se refleje en tu labor profesional? ¿Cómo crees que es ese espíritu? Y ¿Cuál es el espíritu georgiano que te gustaría entregar a las 50 próximas generaciones?
El espíritu georgiano tiene que ver con la manera en que el colegio promueve la vinculación con el país donde vivimos, el país real. El espíritu georgiano le da mucho valor a la participación ciudadana, el respeto a los procesos democráticos y a las normas de convivencia, de compromiso con las comunidades y la sociedad, un espíritu solidario, dialogante, tolerante, inclusivo. El colegio va más allá de los logros académicos, ya que nunca pierde de vista que su objetivo es formar ciudadanos integrales.
¿Cuán desafiante resultó para las mujeres el proceso de apertura iniciado en el Saint George hace 50 años?
-En su momento imagino fue una novedad total. En la época en que yo estuve, el principal desafío era que las mujeres pudiéramos sacar la voz en un colegio de tradición masculina, más todavía en un tiempo complicado con todas las limitaciones que había a la libertad de expresión. Sin embargo, si algo tuviera que destacar del colegio en esos años, es que siempre brindó canales de expresión. Aunque estábamos más vinculados a espacios de privilegio, en él seguía habiendo mucho interés en participar, a través de espacios solidarios y en plena conexión con lo que estaba pasando en el país. Un reto importante siempre ha sido que podamos desarrollarnos según nuestras capacidades y vocaciones, y eso estaba presente también en una época donde el machismo y los paradigmas tradicionales de los roles de género estaban aún más naturalizados. El hecho de que fuera un colegio mixto fue algo de gran ayuda para la formación de todas y todos. Lo noté cuando entré a la universidad. Se forja otra personalidad, competencias para establecer vínculos transversales y diversos, otra forma de aproximarse a la realidad. Menos en la burbuja.
¿Hay alguna georgian que te haya inspirado? ¿Y qué es ser una mujer georgiana?
-No podría dar un solo nombre, porque han sido tantas, en tantos momentos. Diría que sobre todo gané grandes amigas y mujeres a las que admiro y que son maravillosas personas, fuertes, valientes, solidarias. Por cierto que hay muchas que han logrado posiciones de liderazgo destacado en lo público, y que sin duda son un rol model para las siguientes generaciones.
En cada generación han habido mujeres que han roto los estereotipos y han sido un aporte: periodistas artistas, políticas, empresarias. Esa es nuestra riqueza. Lo importante es que cada una se sienta en la libertad de ser lo que ella quiera, sin limitaciones dadas por una cultura que las restrinja o por la falta de oportunidades.