Cuchy Liendo es parte de una iniciativa comunitaria para la elaboración de mascarillas reutilizables en Oregon, Estados Unidos, el país que más muertes ha sufrido a causa del coronavirus. Acá nos cuenta por qué le gustaría replicarla en Chile para ir en ayuda de funcionarios del sistema de salud, adultos mayores y de todos quienes deben desempeñarse en trabajos esenciales.
Recién empieza el otoño y tenemos todo el invierno por delante. Pero hay una ventaja: gracias a nuestra estacionalidad empezamos con un rezago que nos permite no avanzar enteramente a ciegas. Y también hay que ir a lo urgente: cómo hacer para colaborar, en cuarentena, con los servicios de salud y con los más vulnerables. Desde Oregon, Estados Unidos, Cuchy Liendo (MOG 89) nos comparte su experiencia en un inspirador proyecto solidario: ayudar a elaborar mascarillas reutilizables que precisan los trabajadores de la salud y otros que se desempeñan en tareas de riesgo.
Arsenalera de profesión, Cuchy se desempeña como intérprete médico en Oregon, acompañando a pacientes que no hablan inglés para poder recibir atención de salud digna y de calidad. Casada, madre de dos hijos y residente en la ciudad de Bend desde hace 11 años, hoy además es parte de una iniciativa de colaboración ciudadana formada a través de Facebook. Aficionada a la costura, Cuchy adhirió a la invitación realizada por un cercano a la familia que pedía realizar trabajo voluntario para elaborar mascarillas para el servicio de salud.
“Partimos siendo 400 personas y en tres semanas ya sumábamos 3.500. Hemos entregado alrededor de 18 mil mascarillas y más de 815 máscaras impresas en 3D. Todos colaboramos en lo que podemos; algunos tienen la tela, otros las máquinas, otros el dinero… las empresas hacen sus donaciones, y entonces así sumamos voluntades, incluyendo la opinión de los usuarios de las mascarillas, que nos van guiando en cambios al diseño”, señala.
Ya se montó toda una logística para la elaboración y distribución de estos insumos, que incluye hasta las bolsas ziploc que se necesitan para guardar las mascarillas, donde deben permanecer 48 horas para volver inerte el virus en caso de que se hubiesen contaminado. Ha sido súper gratificante aportar este grano de arena, y este voluntariado ha permitido crear un sentido de comunidad que no existía”, agrega.
¿Es posible replicar esta experiencia en Chile?
Es lo que más quiero. Debo reconocer que en una comunidad chica como lo es el condado donde vivo es más fácil moverse. No estamos en cuarentena obligada, pero creo que sí es posible coordinar una iniciativa similar en una comunidad como la que tenemos en el colegio. La comunidad del colegio está bien organizada, seguro muchas personas saben de costura y con un par voluntarios liderando y coordinando podría lograrse.
Una amiga mía, casada con un ex-compañero del Saint George, junto a su grupo de manualidades está llevando mascarillas a la cárcel de mujeres. Sería conveniente apadrinar lugares así: hospitales, hogares de adultos mayores, etc.
¿Cómo se vive la pandemia en Oregon?
En Oregon hay unos 1.500 enfermos con más de 50 muertes, y en el condado donde vivo, Deschutes, hay 50 casos positivos. Pero hay dudas pues hay una baja capacidad del sistema para realizar las pruebas necesarias que permitan tener un panorama más claro. Tengo una amiga que contrajo el virus, luego mejoró, pero en breve volvió a caer. En realidad, el manejo acá no ha sido muy adecuado, más todavía considerando a un Presidente que le bajó el perfil a la pandemia y que luego recomendó tomar un remedio que mató a dos personas. En Estados Unidos el sistema hospitalario cuenta con una infraestructura moderna, pero la atención humana es un problema.
¿De qué manera ha respondido el sistema de salud de Estados Unidos?
Es curioso, pero el sistema varía de estado en estado: en algunos, quien no tenga seguro médico simplemente no accede a la salud; en otros hay hospitales con voluntarios para los que no pueden pagar, pero con un nivel de atención que varía mucho de un lugar a otro. En otros la administración estatal apoya económicamente, pero sólo hasta un cierto tope. El acceso a la salud es muy precario. Uno va a una consulta e inmediatamente te piden un montón de exámenes, te ve un doctor, tú no pagas más que un copago de 30 ó 35 dólares, pero al tiempo, meses después, te llega una cuenta a la casa por la radiografía, y después otra distinta por los rayos X, y después la boleta de la enfermera, y así… Las personas sin seguro tienen una atención muy limitada, y no digamos que los seguros cubren mucho. Es bastante frustrante eso.
¿Cambiará algo con esta crisis?
Esperamos que sí. En nuestra familia siempre nos hemos preocupado de llevar una vida sencilla, conectada con la naturaleza.
Es de esperar que ahora la gente, que en realidad vive muy desconectada entre sí, se empiece a echar de menos y valore las cosas sencillas y hermosas que te entrega la vida, las que habitualmente no valoramos porque las consideramos obvias. No basar todo deseo en lo que no tenemos y podemos comprar, sino en lo que ya tenemos. Hoy está la posibilidad de redescubrir la vida y las cosas lindas que nos ofrece.
Y ojalá que Estados Unidos tenga un sistema de salud a la altura de la riqueza que genera, y eso ha entrado en la conciencia de las personas. Ojalá en Chile extraigamos lecciones y aprovechemos el rezago para no cometer los mismos errores.