A los 18 años, aún siendo estudiante de cuarto medio en el Saint George, Maximiliano Schnettler clasificó y compitió en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. En esta entrevista, nos comparte cómo esa experiencia marcó su vida y cómo continúa aplicando los valores aprendidos en su carrera deportiva y personal.
En agosto de 2024, mientras el mundo disfruta de los Juegos Olímpicos de París, recordamos un momento inolvidable en la historia deportiva de Latinoamérica: los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Aquellos juegos no solo marcaron la carrera de Maximiliano Schnettler (OG 2004), un nadador Georgiano que, a la edad de 18 años y estando en cuarto medio, se clasificó y compitió en los 100 metros libres, sino que también fueron testigos de dos hitos históricos para Chile y Argentina. Nicolás Massú y Fernando González lograron la primera medalla de oro olímpica en la historia de Chile, con Massú también ganando oro en individuales y González el bronce, un logro único que resuena hasta hoy. Por otro lado, Argentina hizo historia en baloncesto, derrotando al icónico equipo de Estados Unidos en una memorable semifinal y llevándose la medalla de oro.
Estos logros, que quedarán para siempre en la memoria colectiva, enmarcan la propia experiencia olímpica de Maximiliano, cuyo testimonio nos invita a revivir la emoción y el desafío de competir en el más alto nivel.
¿Qué impacto tuvo en tu vida haber participado en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, especialmente considerando que aún estabas en tu etapa escolar en cuarto medio?
Es un hito tremendamente importante en mi vida, lo fue desde la lógica de conseguir mi máximo objetivo deportivo, pero ya a través de los años, los aspectos técnicos van quedando atrás y te quedas con la experiencia de haberlos vivido a full, y también con el valor del proceso que hubo que recorrer. Es sin duda un capítulo en mi vida, que desde los aprendizajes, me ha seguido sirviendo en objetivos tanto personales como profesionales.
¿Cómo fue la experiencia de equilibrar tus estudios con el entrenamiento intensivo para los Juegos Olímpicos? ¿Cuáles fueron los mayores desafíos?
La disciplina adquirida desde muy chico fue muy importante para balancear los estudios y la parte deportiva. Me acuerdo que hacía las tareas en los recreos e intentaba aprovechar todos los tiempos. Tenía un día a día muy exigente y organizado, partiendo por entrenamientos antes de ir al colegio, y luego nuevamente en la tarde.
Los últimos 2-3 años escolares, el colegio me dio muchas flexibilidades para poder llevar los dos caminos a la vez. Estoy muy agradecido con ellos por buscar opciones, y al final el resultado fue súper bueno.
El llamado a ir "derecho a lo difícil" es un lema muy presente en la vida de muchos Georgians. ¿Cómo resuena este lema contigo?
Resuena absolutamente. El “derecho a lo difícil” lo ocupo mucho en el trabajo hoy y también con mis hijos. Ellos también son Georgians y están aprendiendo a vivir el lema. Lo aplico a diario. Tengo la oportunidad de trabajar y relacionarme con ex-Georgians, y cuando lo menciono, sabemos de lo que hablamos.
¿Hay hitos de tu vida escolar en Saint George que hayan marcado tu carrera deportiva o que te ayudaron a lograr tus metas?
No recuerdo un hito en particular, pero sí desde una mirada de crecimiento personal, de mirada más amplia, pensamiento crítico. Creo que eso marcó harto mi carrera deportiva también.
¿Cuándo y cómo surgió tu pasión por la natación?
Primero, por medida de seguridad; eso lo decidieron mis papás. Lo más importante era saber reaccionar si me caía a una piscina. Luego, cuando era chico, alrededor de 5 años, tenía asma y entré a natación porque me permitía hacer ejercicio, fue por recomendación médica. Desde ahí, me gustó y comencé en ese camino hasta los 24 años.
¿En qué estás hoy? ¿Cómo ha evolucionado tu carrera y tus intereses?
Hoy, junto a Caro, mi señora, somos padres de 3 hijos maravillosos, Santi, Jesu y Trini. Trabajo en el ámbito de gestión de personas en el sector minero. Estoy volviendo a hacer deporte después de varios años y compatibilizando la vida personal, social, familiar y profesional.
La historia de Maximiliano es un recordatorio de que los logros no solo se miden en medallas, sino en los valores y aprendizajes que perduran en el tiempo. Su experiencia en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 sigue siendo una fuente de inspiración no solo para él, sino también para las futuras generaciones de Georgians que sueñan con alcanzar sus propias metas, ya sea en el deporte, la vida profesional o en lo personal.