Desde el corazón de la comunidad georgiana Don Nils Dávalos (OG 1953) comparte, a sus 87 años de edad su travesía marcada por la diversidad del colegio, el empuje para enfrentar desafíos personales, y el inquebrantable espíritu georgiano que ha guiado cada paso de su camino.
Don Nils nos lleva de vuelta a los años 40 cuando ingresó al Saint George's College a la temprana edad de 6 años. "Mis compañeros son una Maravilla", nos comparte con una sonrisa. “En el aspecto económico había compañeros en una buena situación económica, pero no eran todos. Era la minoría. El resto eran personas esforzadas, como mis padres, a quienes les costó. Les costó pagar el colegio porque fue difícil. Pero lo lograron”, recuerda.
“Mi papá era boliviano de Cochabamba. Se alistó en la Guerra del Chaco en los años 30 cuando era muy joven, de 16 ó 17 años. Y tras el cese del fuego, emigró a Chile para conocer la aviación, que acá estaba mucho más desarrollada. Acá trabajó como speaker en Radio Cosmos, una de las primeras radioemisoras del país, y luego conoció a mi mamá, que trabajaba en Gath y Chaves, una tienda por departamento de origen británico que era una magnificencia”.
Mientras estaba en el colegio, las cosas empezaron a ir bien y forjó hermosos recuerdos de juventud. “Fue un momento de gran esplendor en el que teníamos una casa enorme en Ñuñoa que todavía existe, en Luis Uribe con Capitán Orella. Teníamos panales de abejas que mi papá trajo de Italia, árboles frutales y un gran viñedo. Todo el mundo vivía en mi casa, Porque mi padre, que era en ese momento distribuidor de General Electric, nos compró una máquina, un film, para ver cintas de 8 milímetros. Todo el barrio y mis compañeros de curso nos reuníamos a ver películas”.
Hasta el día de hoy junto a sus inseparables compañeros de la generación recuerdan esos tiempos. Tienen un contacto estrecho y diario a través de un grupo de WhatsApp que se armaron:
“Hay un montón de compañeros con problemas de salud que ya no se pueden conectar, pero nuestro líder de generación, Agustín Concha Rodríguez, formó el grupo de los Old Georgians 1953. Con ellos nos ayudamos con el espíritu. Intercambiamos recuerdos, estamos al tanto de todo lo que pasa en nuestro grupo y hasta hablamos de deportes”.
El Dragón en Acción
Tras esos años escolares llenos de alegrías, la vida de Don Nils no ha sido fácil, pero la ha enfrentado con gran entereza, resiliencia y amor. Sobre todo cuando hablamos de su hija de 50 años, que tiene una parálisis cerebral, y de la cual cuida día a día con alegría y dedicación.
Eso motivó a las y los georgians a volver a unir por una causa: ayudar a Don Nils y a su hija para mejorar su calidad actual de vida y, específicamente, mejorar el departamento donde vive junto a su hija. Hoy ambos viven en un departamento muy pequeño, en condiciones que no son las mejores y hay mucho por hacer.
Cuando OGA recibió el caso de Don Nils, los georgians se pusieron en movimiento y se activaron las redes. Compañeros como el abogado Mario Tapia (OG 1991) no solo lo han apoyado en lo profesional, sino que se han dado tiempo para pasar tiempo con él. “Mario Tapia representa todo lo que es ser georgiano. Para mí es una persona increíble y admirable”, dice Don Nils.
¿Qué es para usted ese espíritu georgiano?
Es el lema del colegio y lo resumiría en lo siguiente: los sacerdotes de la Santa Cruz nos dejaron incrustados en nuestro corazón a Jesús Nazareno, y por lo tanto para nosotros el primero es que amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestros hermanos como a nosotros mismos. Ese es un lema que va con el Saint George. El colegio para nosotros es sagrado. El Saint George's College es el mismo espíritu de siempre, que se basa en Dios y en el espíritu de ir a lo mejor, tratar de lograr lo que parece imposible. Y ese espíritu está imbuido en nosotros.
Y en su vida personal, ¿cómo vive ese espíritu?
Nunca antes lo había compartido, pero mi papá no quería que me casara con mi señora, así que después de salir del colegio me envió a Bolivia. Me fui desgarrado, ya que el amor a mis 18 años era feroz. Fue terrible para mí, pero tuve que obedecer porque en esos años se debía obedecer a los padres, y no había otra opción. Así era y punto. Fui a estudiar a la Universidad Mayor de San Andrés en La Paz, pero hubo una toma y se cerró el año académico. Regresé a Chile y me acogieron en la casa de mi señora. Nos casamos a los 20 años y tuve que trabajar para desarrollarnos como pareja. Y fue el espíritu georgiano el que me permitió desarrollarme de manera bastante autodidacta y destacar en todos los trabajos que tuve luego, en multinacionales.
Sin embargo, llegó un momento en que esos trabajos se terminaron, y tuve que irme solo a Bolivia. Estábamos en una difícil situación económica y teníamos cinco hijos, y ese traslado fue muy duro para nuestra familia. Fue el gran error que cometí en mi vida. Y si no fuera por el espíritu georgiano, hace mucho tiempo que habría muerto de pena y tristeza. Gracias a ese espíritu georgiano, estoy vivo y ahora cuido a mi hija.
“Ese espíritu sigue adelante porque me mantiene vivo, y la razón de mi vida ahora es mi hija que tiene parálisis cerebral y me necesita. Por eso estoy aquí, porque Dios me tiene acá. Con mis problemas de corazón, riñón, anemia y asma, ya debería estar muerto, pero Dios en su magnificencia y su amor hacia nosotros, y la necesidad que tengo de estar con mi hija, me mantiene con vida.”
Y hoy la comunidad georgiana, más viva que nunca, está acompañando también a Don Nils, cuya historia es la esencia misma de nuestro espíritu: amar, perseverar y nunca dejar de aspirar a lo imposible.
Su vida es un testimonio del poder transformador del espíritu georgiano y la solidaridad perdurable entre los compañeros de generación. Don Nils sigue soñando, y gracias a la comunidad georgiana, esos sueños están un paso más cerca de hacerse realidad.