La historia de la Vivi o Marín como le dicen sus amigos de la Generación 91, es una de porfía, amor por la vida y solidaridad. En medio de la pandemia le tocó lidiar con un sorpresivo diagnóstico de cáncer de ovarios que le auguraba 6 meses de vida, con la agonía y muerte de su papá con quien vivía, y con los coletazos del quiebre de su empresa.
Acá nos cuenta cómo el apoyo de su generación y de OGA la ayudaron a sentirse más acompañada y a seguir disfrutando de la vida.
“Mi empresa había quebrado y me fui a vivir con mi papá para ahorrar. Era diciembre de 2018 y dije: `Nueva vida. Voy a hacerme toda la revisión porque voy a estar genial y este va a ser mi año”, recuerda nuestra compañera que hoy quiere contar qué es OGA y su experiencia para motivar a otros georgians a sumarse.
“Una cosa es cooperar y otra muy distinta es verse beneficiado por algo que nunca esperaste. Siento que el valor más importante de la comunidad georgiana es la solidaridad. Cuando alguien dice `me falta esto`, los georgianos nos movilizamos. Yo no sé de ningún colegio que tenga esto, es una suerte y hay que cuidarlo”, explica esta georgiana que participó en OGA desde los inicios de la organización. “Siempre es un desafío buscar voluntarios y recursos y por otra parte no es fácil reconocer que necesitas ayuda, pero la OGA está fundada para preocuparse y acompañar al otro y si esa persona es de nuestra comunidad o podemos ser nosotros como me pasó a mí, qué mejor razón para estar presente”.
La historia que movilizó a una generación
“Yo era súper sana. Nunca tuve un problema. Me controlaba ginecológicamente cada 8 meses, porque mi mamá murió de cáncer hace 12 años”, recuerda Viviana. “En diciembre de 2019 me hice todos los exámenes y el doctor me dijo que me fuera tranquila de vacaciones. En enero volví mal. Toda hinchada, llena de líquido, porque el cáncer de ovario es de los más silenciosos y no se ve en imágenes. Cuando lo pillan, ya está muy avanzado”
“Si no me hacía nada me moría en 6 meses, pero desde ese diagnóstico ya llevo 3 años porque soy porfiada hasta para morirme. Hoy hago de todo: una vida normal y estoy tranquila”, nos asegura Vivi antes de contar cómo un revés tras otro en medio del encierro de la pandemia terminó movilizando a su generación y a toda la comunidad georgiana para apoyarla.
“Me operaron en febrero de 2019 y empecé las quimios en marzo. En 2020 tenía que empezar más ciclos de quimio, pero las retrasé porque mi papá estaba mal por un cáncer también. En julio de 2020 murió y a la semana yo ya estaba en quimio nuevamente. Atroz, todo junto”, rememora.
Fue una época muy difícil y la OGA fue la que se acercó a mí. Alguien debe haber sapeado jaja a veces pienso que no sé cómo pasé por todo eso sin volverme loca…o sea un poco más jaja", recuerda ahora con su particular humor.
“Me operaron dos veces, desde las pechugas hasta abajo. Tuve doce sesiones de quimioterapia. Era época de Covid, estábamos encerrados, mi papá estaba vivo aún y yo no podía contratar enfermera, porque no se podía quedar a vivir en mi casa y, entre entrar y salir, era todo muy expuesto porque estaba muy inmunodeprimida”.
Ahí fue cuando empezó a moverse su generación que contactó a OGA para buscar una manera de dar apoyo a la Marín en medio de las cuarentenas.
“Siempre he sido la típica georgiana buena para los amigos, pero yo creo que mis compañeros se empezaron a mover desde el cariño y también desde la lástima, porque una situación así a cualquiera lo conmueve. Desde la pena, en la que yo también diría ‘¿Cómo esta cabra está pasando por todo esto? ¡Cómo tanta mala suerte!”.
“La OGA me llamaba constantemente y eso es lo que más se agradece. La preocupación de Meche (Mercedes Jiménez, asistente social de OGA) sobre todo. Y estaba la caja de comida, que me llegó hasta incluso poco después de la pandemia”.
“La caja es como un paquete de cariño y fue súper importante para mí, porque me la llevaba alguien de mi generación que trabaja en la OGA y que además es mi amiga: Lorena, la flaca Gálvez”, recuerda Viviana. “La caja me facilitó mucho el tema de salir al supermercado, porque si me iba a meter al Jumbo en medio de la pandemia iba a salir con comida y Covid”.
El efecto solidario
“Un día unas amigas se acercan y me dicen que van a hacer una rifa. Yo les digo: ¿Para quién? Y me dicen ¡Pa voh poh! (sic)”, recuerda Vivi riendo.
“Con la ayuda de OGA empezaron a mover a la comunidad y nunca pensé que iba a ser tanto el efecto solidario. Mi cáncer lo cubre el GES pero no puedes elegir clínica ni médico. Y si yo quería vivir, necesitaba el mejor médico de Chile”, explica Vivi. “No recuerdo ni quiero recordar cuánto cobraba porque era una brutalidad, pero con la plata que juntaron pagué la operación y las quimio”.
“Pero lo más bonito, es que como yo había quebrado, todo esos meses en que estuve recuperándome de la primera operación y con quimios -de marzo a noviembre-, mi grupo de amigos más cercano me hizo un sueldo. Me decían: `Toma Marín. Si querís (sic) ándate a la peluquería”, ríe. “Yo pelada obviamente, pero me daban este sueldo para que saliera, por si quería ir a la playa o tirarme en benji. Lo que quisiera”, cuenta contenta.
“Toda esta ayuda es una responsabilidad que siento tengo que devolver ya sea con trabajo, apoyo o con lo que pueda aportar, no sólo en la OGA sino en la vida. Siempre he pensado que Amor con Amor se paga. La vida es así, uno da y después recibe. Y si no recibes, no te puedes arrepentir de haber dado”, dice Viviana.
“De todo este proceso sólo salieron cosas positivas como la gran amistad que se armó entre mis amigos de distintos lados, sentirme querida y acompañada, sentir que hay una comunidad que te respalda, todo eso me hizo bien para el ánimo y me ayudó a estar sana. Como georgianos tenemos que estar orgullosos de lo que tenemos y la OGA es un ejemplo concreto de ese espíritu”.