Todo extremo es malo, las polaridades no son buenas, son comentarios que hemos escuchado casi toda nuestra vida, sin embargo, a la hora de ponerlo en contexto nos encontramos con muchas situaciones en el cual esto sucede.
También si miramos la historia, nos daremos cuenta que todo equilibrio se da después de llevar los puntos a sus extremos. Podemos encontrar ejemplos incluso en nuestra vida diaria o en nuestro entorno.
¿Porqué se llega a los extremos? Porque se ha oprimido/rechazado a esa persona/cultura, a tal punto que la única forma de darse a conocer es a través de una fuerza interna, de grito, de ruido, se torna masivo.
Soy miembro de una fundación de ayuda a sordos, promovemos la lectura labial como integración del sordo al mundo oyente, encuentro cada día rechazos desde los sordos a esta opción, su cultura es la lengua de señas, debemos respetar eso. El mundo oyente no los entiende. ¡Un ejemplo claro! Por años los sordos fueron castigados por comunicarse con lengua de señas, se los obligaba a hablar y ocultar lo que les salía de manera innata. Años de castigos los llevó a exigir ser reconocidos por su lengua y a su vez ellos decidieron no comunicarse más de manera hablada. De un extremo a otro.
Lo mismo sucede con los Mapuches, luego de años de tratar de borrar su cultura, menospreciar sus ideas y costumbres, vemos en estos momentos su rebeldía, convertida muchas veces en violencia, de una ferocidad que nos asombra. De un extremo a otro.
Las mujeres, por años hemos sentido que es nuestro deber ser dueñas de casa, madres y obedientes esposas. Vi a mi abuela materna, cuidar a mi abuelo hasta su muerte porque era su deber, a pesar que él se había separado de ella muchos años antes; vi a mi madre, transitar desde educarme sobre el deber de ser mujer hasta comprender que el hombre también comparte deberes y yo, que vengo de una familia reconocidamente machista y a su vez de profunda admiración feminista, he visto los dos extremos.
Siento que este movimiento es la segunda parte: El otro extremo. Debemos recibir esta fuerza, esta oleada, este grito que no pide igualdad, sino que reconocimiento, para poder, en un futuro ojalá no muy lejano, llegar al equilibrio, donde hombre y mujeres efectivamente se reconozcan, no solamente sobre un papel, sino desde el ser, de cada uno, como un igual. El equilibrio.
Loreto Hurtado
Generación 1997