Javiera Buzeta, la payadora que comenzó este arte sin estar buscándolo
hace 8 mesesJaviera Buzeta, OG 1999, siempre estuvo en contacto con la música desde pequeña, pero no fue hasta que comenzó la pandemia que se interiorizó con el arte de la paya. Sin darse cuenta, se inscribió en un taller que pensó se trataría de otra cosa, pero fue tanto su asombro que no pudo dejarlo. Hoy Javi no solo es parte de OGA como psicóloga que ayuda a otros, sino que también es una cantautora.
Para quienes no lo saben, las payas son versos improvisados que se recitan, generalmente por un "payador" acompañado de una guitarra, en un contexto de tradición oral chilena. Son una forma de poesía musical improvisada, a menudo con un carácter humorístico o reflexivo, que se ha mantenido viva en las fiestas criollas y otros eventos culturales.

Javi está acostumbrada a estar entre el arte y la cultura desde pequeña gracias a su padre. Cuenta cómo desde temprana edad la música ha sido parte de su vida: “Crecí en un hogar donde mi papá era músico, así que siempre había una guitarra resonando en casa. Las reuniones familiares eran un festival de acordes y risas. La música era el alma de esas celebraciones”, recuerda con una sonrisa como si estuviera reviviendo esos momentos.
A los 12 años, decidió que quería tocar la guitarra. Sin embargo, lo que realmente la sorprendió fue cómo la paya entró en su vida. “Todo pasó en la pandemia. Me inscribí en un taller sin tener idea de que era de paya; pensaba que era para escribir décimas. Y, bueno, terminó siendo un taller de eso. En esos días de encierro, aprender a improvisar fue como un salvavidas. Era la manera perfecta de escapar un poco de la rutina”, dice entre risas, reflejando la sorpresa y la alegría de ese descubrimiento.
En su hogar la música no era solo una actividad; era parte de su día a día: “Más que cantarle a mi familia, lo que hago es practicar. A menudo improviso sobre lo que veo y lo que me pasa. Mis hijos están obligados a escucharme. A veces creo que están un poco aburridos de mí, pero ya están acostumbrados”.

Hablando de su evolución como payadora, cuenta cómo recuerda sus primeros pasos en esta cultura: “Al principio no podía improvisar nada, me costaba un montón porque cada línea que hacía era un desafío. Pero con el tiempo y después de practicar mucho, puedo improvisar en el escenario, conectando con la gente y hablando de lo que está pasando”, dice con orgullo. Es evidente que ha recorrido un largo camino y que cada paso la ha llevado a donde está ahora.
Sin embargo, no oculta que los nervios siempre están presentes porque recalca que cada vez que sube a un escenario, le entra un cosquilleo en el estómago. “Es un salto al abismo, nunca sé qué va a salir. Aunque ya he aprendido a manejar un poco esos nervios, siempre hay un poco de emoción y ansiedad”, confiesa como si compartiera un secreto entre amigos.
La pasión de Javi por la paya brilla en su voz: “Para mí, expresar esta cultura es algo natural que me entusiasma mucho. Siempre que me llaman, estoy lista para ir a compartir lo que sé. Es increíble cómo esto puede unir a las personas y generar risas”, dice con energía. Pero también es consciente de que no tiene el espacio que merece en la cultura actual. “La verdad es que tiene poco reconocimiento. Muchos piensan que son solo rimas al azar, pero hay un arte profundo detrás de todo esto”, explica, con el deseo de que más personas la conozcan y la disfruten.

Y no se olvida del guitarrón chileno que es el principal instrumento con el cual se trabajan las payas que complementan su arte: “Es un tesoro de nuestra cultura y también merece ser más conocido. Espero que ambos tengan más protagonismo en el futuro”, añade, mostrando su compromiso con la tradición.
Al preguntarle sobre sus recuerdos de su paso por el colegio, dice: “Tengo buenos recuerdos, hice grandes amigas y disfruté de una infancia feliz. Pero también siento que la música no se fomentaba tanto. Era más bien una clase recreativa, sin muchas oportunidades para explorar. Ojalá que hoy en día eso haya cambiado porque las artes son súper importantes para el crecimiento de los jóvenes”. Cuenta también sobre distintos personajes que la motivaron: “Hubo profesores emblemáticos bien marcadores, me acuerdo de chica del profesor Campos que era muy apasionado por su asignatura de lenguaje, era intenso y motivador. Más grande el Flaco Marín por ejemplo, uno veía personas apasionadas por lo que hacían y eso te movía y te entusiasmaba”.
Sobre su participación en la OGA, nos cuenta que “apoyo como psicóloga voluntaria porque creo que todos tenemos derecho a la salud mental que nos permita el bienestar y lamentablemente no todos tenemos acceso a eso por distintas razones. En la medida que dispongo de algunas horas, feliz de ofrecer ayuda a la comunidad georgiana y a quienes estén pasando por momentos complejos. Me he visto en momentos así de distintos tipos y he agradecido la posibilidad de poder recibir apoyo de distintos tipos. Me parece una bonita y necesaria manera de devolver la mano, es una garantía mínima que deberíamos tener todos. Me motiva, satisface y alegra mucho ver cómo la gente supera situaciones que lo aquejan y saber que uno desde ahí puede estar aportando”.
La conversación con Javi es como un viaje a través de su vida, llena de risas, música y pasión. Su historia en la paya es un testimonio de cómo el arte puede conectar a las personas y ofrecer un refugio en tiempos inciertos. Es por eso que deja en claro que está lista para seguir compartiendo su amor por la música, un legado que espera que nunca se apague.