La futbolista Naiara Kapstein (OG 2013) es una prueba viviente de perseverancia
hace 5 mesesDesde pequeña, Naiara Kapstein (OG 2013) mostró una pasión innata por el fútbol, un deporte que la acompañó en cada etapa de su vida y que, junto con la dedicación y el apoyo de su familia, le permitió superar numerosos desafíos. A través de su historia, cuenta que no solo su amor por el juego, sino también su perseverancia, sacrificio y las decisiones difíciles que tomó para seguir sus sueños en el deporte y en la vida.
“Desde que tengo uso de memoria, quise jugar fútbol”. Así parte su relato Naiara Kapstein, Old Georgian de la generación 2013, jugadora de fútbol profesional y una de las voces más auténticas y valientes del deporte femenino en Old Georgians. Sin venir de una familia futbolera, y en una época donde aún era poco común ver a niñas jugar a la pelota, Naiara supo muy pronto que lo suyo con el fútbol no era solo un gusto: era una vocación.

Creció en una familia amante del deporte, con hermanos que practicaban atletismo y voleibol. Su hermano mayor fue su primera gran escuela: le enseñó a patear con ambas piernas —ella es zurda, pero él insistía en que aprendiera con la derecha— y con paciencia de hermano mayor, la convirtió en una jugadora ambidiestra desde pequeña. En los recreos del colegio Saint George, Naiara estaba siempre en la cancha, jugando con los niños, sin miedo a destacar.
Pero no todo fue fácil. Como en muchas historias marcadas por la pasión, el primer desafío no vino desde fuera, sino desde adentro. Su madre no quería que jugara fútbol porque lo veía como “un deporte de hombres”. Naiara insistió hasta convencerla, y en cuarto básico ya pedía que la dejaran entrar al taller de fútbol del colegio, aunque recién se podía desde quinto.
Cuando llegó el momento de ser parte del equipo femenino, se encontró con otra barrera: ya pertenecía al equipo de atletismo del colegio y por reglamento no podía estar en ambos. Recuerda perfectamente el día en que Roberto Ampuero —su entrenador, aún activo en el colegio— le dijo que no podía jugar por estar en atletismo. Se fue llorando a su casa. Pero unas semanas después recibió un llamado de Víctor Trujillo que en ese momento jefe de deportes: querían hacer una excepción. Había talento y también carácter. Así, comenzó a entrenar atletismo de 16:00 a 17:30 y luego fútbol hasta las 19:00. “Víctor, Roberto y Juan Rivera (entrenador de atletismo) fueron claves en esta etapa. Creyeron en mí y me dieron la oportunidad de seguir realizar ambos deportes”, recuerda.

En segundo medio, año 2011, se probó en Universidad Católica y quedó seleccionada. Ese mismo año fue convocada a la Selección Nacional Sub-17, y al año siguiente participó en el Sudamericano realizado en marzo de 2012. Durante ese proceso, el colegio no solo le permitió seguir entrenando y compitiendo, sino que también la apoyó activamente: la jefa de la Tercera Unidad la eximió de Educación Física por los dos años restantes y le permitió salir antes de clases los lunes para asistir a los entrenamientos con la selección.
El fútbol le abrió puertas, pero también le mostró el rigor del camino. Naiara entendió desde joven que para seguir en el deporte tenía que rendir académicamente. “No quería fallarle a mi mamá ni a mi familia. Me sentaba en la primera fila, ponía atención, para que estudiar en la casa me fuera más fácil”. La disciplina con la que se tomaba los entrenamientos, la aplicaba también en el estudio.
El siguiente gran salto lo dio al terminar el colegio cuando decidió irse a estudiar a Estados Unidos con la promesa de costear todo por sí misma, ganandose becas deportivas y académicas. Estudió para el SAT, aplicó y fue aceptada. Pero su primer año fue duro, el idioma, la exigencia futbolística, el estar sola en otro país… todo la llevó a pensar en dejar el fútbol.
Pero en lugar de rendirse volvió a intentarlo. Se cambió de universidad, empezó desde cero y esa decisión marcó un punto de inflexión. “Fue una de las mejores experiencias de mi vida. Retomar el fútbol allá me devolvió la confianza y reafirmó que ese era mi camino”.

De vuelta en Chile ya graduada, siguió ligada a Católica y al fútbol profesional. Hoy con una carrera consolidada, Naiara ha logrado posicionarse no solo como una deportista destacada, sino como una referente para muchas niñas que sueñan con jugar, con romper barreras, con elegir un camino propio.
Cuando le preguntamos qué mensaje les dejaría a las futuras generaciones de futbolistas, no duda: “Mi mensaje principal es que nunca hay que rendirse ni bajar los brazos. Si te esfuerzas, si lo quieres con todas tus ganas, vas a lograr tu objetivo. No siempre llega como uno espera, pero llega. No se desanimen: a veces lo mejor aparece justo después de un fracaso”. Habla también del “entrenamiento invisible”: es necesario descansar, alimentarse bien, cuidarse física y emocionalmente. “Todo eso es tan importante como lo que haces en la cancha”.

La historia de Naiara es un testimonio perfecto del lema del colegio Saint George: Recte ad Ardua. Enfrentó prejuicios familiares, restricciones institucionales, la dificultad de estudiar y entrenar a la vez, y el enorme desafío de abrirse camino en un deporte históricamente masculino. Lo hizo con esfuerzo, resiliencia y una convicción profunda en su pasión.
Hoy como Old Georgian, Naiara Kapstein representa lo mejor de nuestra comunidad: una mujer que se abrió paso con determinación, que sigue cumpliendo sueños y que además inspira a quienes vienen detrás. Gracias Naiara por no dejar de creer, por representar al colegio con orgullo y por recordarnos que los caminos difíciles muchas veces llevan a los mejores destinos.