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Catalina Dupré (OG 1997) nos abre las puertas de su taller que más que enmarcaciones, ha ayudado a jóvenes desertores escolares

hace 3 meses

En una esquina tranquila del barrio Plaza Las Lilas, entre cafés de barrio, niños en bicicleta y árboles que parecen detener el tiempo, se encuentra Taller República donde Catalina Dupré (OG 1997), creó un taller de enmarcación que al cruzar su puerta lo que aquí sucede va mucho más allá del marco.

“Este proyecto nació hace más de quince años como una aventura personal”, cuenta su fundadora, Catalina Dupré, psicóloga de profesión y amante del arte por vocación. “Desde el inicio me ha apasionado la idea de que la enmarcación es un arte en sí mismo, una forma de dar vida a cada obra”.

Y ese enfoque lo cambia todo, en lugar de ofrecer soluciones genéricas, en Taller República cada trabajo comienza con una conversación. “Mi trabajo es escuchar la historia detrás de cada obra, entender quién la trae, por qué es importante para esa persona y qué espacio va a habitar. Solo así se puede lograr una armonía real”. Esa búsqueda se traduce en un proceso de asesoría completamente personalizado, que incluye desde la elección de colores hasta propuestas innovadoras para la protección y conservación de las piezas.“Siempre digo que enmarcar no es solo colgar un cuadro, es darle un lugar en el mundo”.

Para la Cata este no solo existe para resguardar obras, también busca crear comunidad en torno al arte porque “además de ser un taller somos un lugar de encuentro para quienes valoran la belleza, el oficio y la expresión artística”.

Durante el verano el taller se llena de risas y manchas de colores gracias a los talleres de pintura para niños, una de las actividades más queridas por el barrio. Y a lo largo del año la sala se transforma en galería para albergar exposiciones itinerantes, donde artistas emergentes y consagrados pueden mostrar su obra en un entorno íntimo y acogedor.

Este espíritu de comunidad se siente en cada rincón porque más allá de los marcos, lo que la Cata busca construir es un lugar donde las personas se sientan vistas, escuchadas y acompañadas. “Queremos que cada persona viva una experiencia única. Ya sea que venga a enmarcar una obra muy valiosa o una pieza cargada de valor sentimental, lo importante es que se vaya con la certeza de que su obra fue tratada con respeto, profesionalismo y mucho cariño”.

Uno de los capítulos más significativos en la historia del taller comenzó casi por casualidad. “Hace tres años, el hijo de uno de nuestros colaboradores dejó el colegio. Su papá, muy preocupado, me preguntó si podía venir al taller para ‘aprender a enmarcar’ y no pasar todo el día en casa. Le dije que sí, sin dudarlo”.

Ese primer sí abrió una puerta y poco después se sumó un amigo del niño. Entonces el equipo del taller comenzó a establecer objetivos de aprendizaje mínimos, tiempos de formación y acompañamiento. Aunque hoy solo uno de ellos sigue asistiendo, la experiencia dejó huella. Si bien no son un programa de formación, es una iniciativa puntual y personal. 

“Aprendimos muchísimo. Lo más valioso fue darnos cuenta de que los oficios manuales, como la enmarcación, tienen un valor enorme en la formación de jóvenes con deserción escolar. Son herramientas concretas, que dan resultados inmediatos y tangibles. Eso fortalece la autoestima, la sensación de control y la capacidad de superarse. No se trata solo de enseñar un oficio, sino de abrir una puerta hacia el mundo, hacia una vida con sentido y dignidad”.

Le preguntamos por el origen de esta sensibilidad social y la Cata no duda en señalar la influencia de su paso por el colegio, una institución reconocida por su enfoque humanista. “Más allá de la perseverancia y la autodeterminación, fue el espíritu de compromiso social del colegio lo que marcó mi camino. Esa idea de que el conocimiento y el talento deben estar al servicio de los demás me acompañó siempre”, reflexiona.

Ese espíritu se traduce hoy en una filosofía de trabajo que combina excelencia técnica con propósito social. “Nos dedicamos a la perfección en cada enmarcación, pero al mismo tiempo queremos que ese trabajo tenga un impacto real. Que cada obra que pasa por nuestras manos no solo se ennoblezca, sino que también contribuya a construir una comunidad más justa, más bella y más consciente”.

En definitiva, Taller República es un lugar donde el arte se encuentra con las personas, donde las historias se escuchan, se cuidan y donde el trabajo se transforma en un puente entre mundos. Ya sea enmarcando una obra que te acompaña desde siempre, comprando una pieza que te inspira o participando en una muestra o taller, aquí cada gesto tiene sentido.

“Queremos que cuando alguien cruce la puerta del taller sienta que su obra —sea cual sea— está en manos expertas, pero también en un lugar donde se respeta su historia. Que se vaya con el corazón un poco más lleno”.

Si quieres conocer más sobre lo que hace la Cata, visita su página web aquí también su instagram @tallerrepublica.

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