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Rodrigo Correa (OG 2013) es el artista en metamorfosis: de los grafitis escolares al realismo fantástico

hace 2 meses

Rodrigo Correa (OG 2013) era un niño que desde chico anduvo corriendo con sus dibujos de alienígenas bajo el brazo, más inquieto que cualquiera, con la cabeza llena de bichos, trenes oxidados, colores, y una convicción que pocos tienen tan temprano: quería ser artista. No sabía exactamente cómo, pero lo sabía con una claridad casi sobrenatural.

“En 8vo básico ya pintaba, cuadros y grafiti, ya tenía claro que ese era mi camino”, dice el Lilo (como lo conocen sus amigos), quien años después sigue explorando su identidad artística con una intensidad que no ha disminuido. Desde joven, el arte no era una asignatura más: era la forma en la que miraba el mundo.

Su historia no empieza en una escuela de arte ni en una galería, sino en una familia donde el arte siempre estuvo presente, aunque no necesariamente con pinceles. Vengo de una familia muy ligada al arte… incluso los que no tienen una profesión artística, la disfrutan, la admiran y la analizan”. Esa sensibilidad lo acompañó desde siempre, y encontró su primera comunidad creativa entre amigos del colegio, con quienes comenzó a pintar y que hoy también son artistas.

Junto a ellos —y en un entorno natural privilegiado, en la falda de un cerro— desarrolló una mirada única del mundo. Si había gente hiperquinética, yo era más que ellos, pero ese lugar fue maravilloso para crecer. Había bosques, un vagón de tren antiguo, y el arte estaba en todos lados”.

Lo suyo no fue una línea recta. Partió con dibujos, grafitis, murales, caricaturas, instalaciones polémicas y hasta afiches falsos que hicieron tambalear a más de algún profesor. Como recuerda entre risas: Más de un profe preguntó si era real que el nuevo gimnasio tendría helipuerto... uno incluso vandalizó el afiche”.

Esa rebeldía creativa fue parte del proceso. Hoy su obra se mueve entre lo real y lo fantástico, lo técnico y lo mágico.Siempre me inspiró mucho la naturaleza, los insectos, las plantas, los animales… pero también la ciencia ficción, lo espiritual y la magia.

Si tuviera que usar una palabra para definirse seríametamórfico”: “Me identifico con el concepto por estar en constante evolución”. Ha pasado del grafiti 3D a la pintura al óleo, de la caricatura al realismo, y reconoce que aprender realismo ha sido clave es la mejor herramienta para llegar a lo que estoy buscando”.

Ser artista no es solo crear. Es emprender, exponerse, y aprender a valorar el propio trabajo. “Lo más desafiante fue ganarle a mis propias inseguridades y ponerle un precio justo a mi obra”, cuenta. Porque en este rubro, uno tiene que ser su propia pyme: “Nos vemos obligados a aprender de todo para que tu obra se mueva y se venda”.

Hoy, aunque no terminó la carrera de diseño, no se arrepiente. Lo suyo siempre fue la pintura. Ha llegado hasta aquí con una mezcla de talento, trabajo, comunidad y coraje.

Entre los nombres que lo inspiran están Francisco de Goya, Diego Velázquez, H.R. Giger, y Guillermo Lorca. Un mix que no sorprende cuando uno ve su arte: figuras con potencia dramática, mundos fantásticos, juegos de luces intensos y esa atmósfera de lo inquietante que a veces resulta bella.

Su proceso es orgánico, casi como un ciclo natural. Como quien observa una larva convertirse en mariposa, este artista no teme cambiar, mutar, ni romper con lo anterior. Por eso su camino no tiene un destino fijo. Porque al final, como él mismo dice, “aún no encuentro una definición clara de lo que soy como artista”, y quizás no la necesita. Está en constante metamorfosis. Y tal vez, eso es exactamente lo que lo define.

Si quieres conocer más trabajos del Lilo te invitamos a seguir su página aquí.

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