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Lucho Birkner (OG 2004) decidió escalar para cambiar vidas

hace un mes

Hay personas que encuentran su propósito en lo más alto de una montaña y ese es el caso de Luis Birkner (OG 2004), más conocido como Lucho, donde la escalada no solo se convirtió en su pasión, sino también en una forma de transformar vidas en distintos países al cofundar Climbing for a reason, junto con el documentalista y NatGeo Explorer Mateo Barrenengoa.

Lucho es cofundador de Climbing for a Reason, una organización sin fines de lucro que viaja por el mundo enseñando escalada a comunidades locales y generando proyectos sociales que impactan directamente en su calidad de vida. Desde Tanzania hasta Angola, su misión es clara: “Convertir a la población local en escaladores de sus propias rocas, pero sobre todo, en protagonistas de su propio desarrollo”.

“De alguna manera toda mi niñez la viví en ese colegio, que tenía un hermoso espíritu social y siempre intentaba ayudar de distintas maneras… eso se te queda adentro”, recuerda con gratitud. Allí aprendió sobre la solidaridad y el valor de darlo todo por el de al lado porque “también mi familia tiene mucho que ver: siempre fue de brazos abiertos con quienes más lo necesitaban y aunque no me lo explicaran, yo lo veía. Eso fue formando mi personalidad”.

Su proyecto Climbing for a Reason, nació precisamente de esa mirada solidaria. Durante años, Lucho viajó por el mundo como escalador profesional, patrocinado por grandes marcas. Pero en algún momento sintió que debía redirigir toda esa energía hacia algo más trascendente. “Era demasiada suerte para guardármela solo para mí. Así fue como decidió crear una red global de voluntarios y escaladores que además de abrir nuevas rutas, construyen escuelas, mejoran orfanatos y acompañan el crecimiento de niños y niñas en distintas partes del mundo.

Hoy Climbing for a Reason tiene proyectos en Tanzania, Angola, India, Nepal, Chile, Surinam y muy pronto en Cuba. En cada lugar, el equipo conversa primero con las comunidades locales para entender qué necesitan. Nunca ofrecemos nada ni intentamos convencer a nadie. Ellos piden, nosotros vamos, y trabajamos con sus reglas y respetando su cultura.

Los resultados son tan concretos como emocionantes: niños que antes caminaban seis horas diarias para ir a la escuela y ahora tienen bicicletas; colegios reconstruidos y pintados; dormitorios nuevos en orfanatos; clases de inglés, yoga y arte. La escalada es una excusa para traer a gente de todo el mundo a ayudar. No se trata de hacer fuertes a los niños, porque ya lo son.

Su rol en la organización es tan diverso como demandante: productor, instructor, constructor, coordinador y representante frente a patrocinadores. “Es un trabajo de 24 horas al día, 7 días a la semana. Desde que abres los ojos hasta que los cierras estás pensando en cómo seguir ayudando. A veces perder una reunión puede significar que un niño se quede sin cumplir su sueño”.

Pero el esfuerzo vale la pena porque “cuando escuchas a un niño decir que ahora ama sus rocas y quiere cuidarlas, o que entiende que el color de la piel no nos hace diferentes… todo cobra sentido”. A pesar de haber escalado más de 1500 vías en todo el mundo, Lucho siente que su mayor logro no está en la roca, sino en las personas: “Vivo para ellos y me despierto cada mañana pensando cómo puedo seguir apoyándolos. Los quiero mucho”.


Lucho deja un mensaje para quienes están empezando su propio camino: “Que disfruten la vida y busquen un propósito. Que si ya tienen lo necesario, compartan, y si están satisfechos con lo material, busquen algo que les llene el alma de verdad. A veces hay que acortar la lista de los deseos para caminar más liviano”.


“Regalar tu tiempo y tus conocimientos es algo que todos podemos hacer. No se trata de mí, se trata de nosotros”, concluye Lucho, con la serenidad de quien ha encontrado su razón para escalar… y para vivir.

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